26.3.12

Goethe, Napoleón, Dupin y los nuevos emprendedores

...
Reseñando en The New Republic una nueva traducción inglesa de Werther, Rachel Shteir recuerda que Napoleón leyó más de una vez la novela de Goethe y que, a juicio del emperador francés, en ese libro había un error fundamental: el hecho de que Goethe diera al joven Werther dos motivos para suicidarse, en vez de sólo uno, según mandaban los cánones clásicos de la tragedia. Napoleón pensaba que ese rasgo rompía la economía elemental del relato.

En los últimos días estuve releyendo los cuentos de Poe, que son, dicho sea de paso, un ejemplo de economía narrativa. Mi inclinación natural me llevó a comenzar por The Murders in the Rue Morgue y The Purloined Letter, los misterios policiales resueltos por el señor Dupin, que (salvo por algún precedente en Hoffman y otro más borroso en Voltaire) fundaron el género. Lo bueno de releer cuentos de enigma escritos por un maestro es que, conocida de antemano la solución, uno puede prestar atención a otros detalles.

En los dos cuentos de Poe, la acción en sí es menor: los crímenes, si eso son, más que cometidos son observados. Hay momentos específicos en que el narrador y el señor Dupin los discuten y los repiensan, pero hay otros momentos de meditación que no tienen que ver con los misterios criminales: el inspector de policía llega a la tétrica casona rentada por los dos caballeros y los encuentra a oscuras, en silencio, sentados en sillas paralelas, reflexionando sobre otros asuntos, acerca de conversaciones previas de ciencias y filosofía, sin intercambiar palabra, como en la callada sobremesa de una cena hecha de ideas y abstracciones.

Ante esas escenas, escritas a mediados del siglo diecinueve (The Murders in the Rue Morgue es de 1841), me resulta casi imposible no pensar en Napoleón, la figura preeminente de la historia europea en las décadas anteriores: Dupin y su amigo narrador, ejemplos fundacionales de la figura del héroe racionalista en la literatura decimonónica, se entregan a la meditación en la misma París donde, años antes, Napoleón, en los entreactos de su campaña imperialista, se daba un tiempo para releer a Goethe y observar, con la minuciosidad de un académico, las virtudes y los defectos de composición de un texto ficcional. La misma ciudad donde, en 1844, Comte iba a publicar su Discurso sobre el espíritu positivo, que luego, influyendo sobre Mills, desembocaría en varios de los postulados que hoy defiende el liberalismo. (Los mismos cuentos de Poe sólo podían haber sido escrito en esa época, con el positivismo flotando en el aire).

Pienso en eso y acabo preguntándome cómo es que tantos falsos liberales de hoy, tantos usurpadores del liberalismo, parecen sentir horror ante la figura del intelectual meditativo, el académico y el pensador. En qué momento tantos supuestos descendientes del racionalismo francés y del positivismo y del liberalismo inglés optaron por convertirse en obscenos alcahuetes del espíritu emprendedor, echando a un costado del camino, como el cadáver de un enemigo aniquilado, cualquier valor asociado con la intelectualidad, como si no se pudiera ser emprendedor y reflexivo a la vez, ejecutivo y filósofo: como si el práctico Dupin, pragmático solucionador de enigmas (y que los resolvía a cambio de dinero: eso ocurre en The Purloined Letter) no le hubiera encontrado importancia alguna a, de vez en cuando, apagar todas las luces de su casa para simplemente pensar.
...

15 comentarios:

Anónimo dijo...

Que dice Alfredo Torres que hay que dejar la crítica y buscar oportunidades. (Y que Diego De la torre es un buen chico).

http://blogs.semanaeconomica.com/blogs/percepciones-y-realidades/posts/somos-optimistas-deberiamos-serlo

Manuel Zambrano dijo...

Aunque estiras un poco la cuerda al hacer el paralelo entre Goethe , Dupin y los nuevos "emprendedores" no puedo estar menos que totalmente de acuerdo contigo. Y tambièn estirando la cuerda no puedo dejar de mencionar al màs grande peòn de brega del liberalismo trasnochado y asalariado de las trasnacionales, don Mario Vargas Llosa que se permite felicitarse de las elecciones "libres" en Iraq, elecciones que se realizaron con la presencia en el paìs 140,000 tropas de ocupaciòn. si....muy libres y transparentes elecciones.

Anónimo dijo...

Borges: "El siglo XVIII fue un siglo razonable. En el XIX ya tenemos la idea del éxito divulgada por Napoleón. Tenemos la idea de que es importante ser famoso, que es importante ser rico. Desde entonces vivimos en un mundo así, de empujones."

Anónimo dijo...

apto, serio, bonito... muchas gracias

Anónimo dijo...

Hablando de economía en Poe, elimina el último parrafo.

Anónimo dijo...

Para el que escribió el primer comentario: Si lees bien el artículo de Alfredo Torres te darás cuenta de que en ningún momento dijo que "hay que dejar la crítica".
Ah y señor Faverón, déjeme felicitarlo por este blog. Es un gusto leer sus posts.

Anónimo dijo...

Efectivamente, hay falsos liberales en todos lados. Los verdaderos liberales no están de acuerdo con las ocupaciones militares, los embargos comerciales, las "guerras preventivas" y un largo etcétera de cosas inaceptables que actualmente promueven los yanquis. Son muy pocos los que han aprendido a ser coherentes con sus ideales. Pero, para ser justos, muchas personas tanto de izquierda como de derecha caen en contradicciones y hacen cosas que son opuestas a lo que manifiestan en sus discursos (como bien lo ha sabido señalar Gustavo en artículos anteriores).

Hablando de otra cosa y cambiando radicalmente de tema, me gustaría saber por qué los maoístas odian tanto a Gustavo. He escuchado que, hace unos días, le han creado una página en que la que se le acusa de cosas horribles, no sé si es verdad, pero si lo es, no me sorprendería, ese es el precio que a veces se paga por ser crítico, analítico, independiente y equilibrado. Lo bueno es que Faverón ya tiene "cancha" defendiendo sus opiniones y su honor :)

Anónimo dijo...

Te estas interesando en las raices del liberalismo clasico?

Los izquierdistas que migran a USA suelen alinearse inmediatamente con la izquierda democrata y asumir sus vicios y poses. De entre ellos no he leido ninguno que se interese seriamente en debatir la tradicion conservadora americana.

Si eres el primero en abordar temas del liberalismo de una manera seria, pues mucha suerte y mucho pulso.

Daniel Salvo dijo...

Los "emprendedores" hablan mucho de oportunidades, empuje, optimismo, un nuevo país... Pero no se de ninguno que quiera "emprender" en el campo cultural.

Anónimo dijo...

http://elcomercio.pe/impresa/notas/intelectualidad-anticapitalista/20120331/1395122

Anónimo dijo...

Para el que escribió el comentario 8: Tal vez porque esa "tradición conservadora americana" fue dejada a un costado hace mucho tiempo, razón por la cual Ron Paul, el único republicano verdaderamente conservador, es decir, el único que defiende y conoce a cabalidad la constitución de su país y los principios de los padres fundadores, es paradójicamente el único (dentro del partido republicano) que nunca puede pasar las elecciones primarias.

Anónimo dijo...

Conclusión de Alfredo Bullard tomada del link en el comentario anterior:

"Las diferencias en las recompensas entre el mercado de los intelectuales y el mercado a secas hacen que nuestros personajes se las emprendan contra el capitalismo. Pero eso no es culpa de los mercados. Es culpa de las preferencias de esas mayorías que la gente de izquierda dice defender."

Gustavo Faverón Patriau dijo...

El artículo de Bullard es una tontería, que empieza por sostener el absurdo de que los productos comerciales son exitosos gracias al consumo de las mayorías pobres. O sea que, digamos, Harry Potter es un best-seller porque todos los proletarios del mundo se han puesto a leer ese libro. ¿Se puede tomar en serio a quien dice tamañas zonceras?

Anónimo dijo...

Aunque reconozco la importancia de los mercados, estoy completamente de acuerdo con el último comentario que escribió Faverón (en respuesta al que habló de ese terrible artículo publicado en el periodicucho llamado El Comercio). Bullard, simple y llanamente, está fuera de lugar y no sabe lo que dice, como siempre.

Anónimo dijo...

Sr. Faverón, me parece bien que critique a ese fulano, pero eso no cambiará la opinión que tengo de usted. Para mi, usted se convirtió en un traidor en el momento en que se ATREVIO a criticar a Saramago (eso fue hace unos años ¿se acuerda?) ¡Eso fue imperdonable!