10.12.12

¡Ay, Cipriani!

Las Trabajadoras Misioneras de la Inmaculada Concepción son parte de la Familia Misionera Donum Dei, fundada por el padre Marcel Rouseel Galle (1910-1984). Ellas sostienen una serie de obras humanitarias alrededor del mundo, incluyendo orfelinatos en países asiáticos y africanos.

Los limeños que alguna vez hayan acudido al restaurant Agua Viva, L'Eau Vive, en el jirón Ucayali del centro de Lima, recordarán a algunas de ellas: mujeres de diversos países, sobre todo de países pobres, ataviadas con la ropa de sus lugares de origen, que sirven platos simples en un local muy bello pero exento de lujos, con una sonrisa permanente en los labios y que por la noche entonan himnos católicos a los que invitan a unirse a los concurrentes.

El lugar donde funciona el restaurant le pertenece a la Iglesia Católica. Cuando ellas lo tomaron estaba envejecido y ellas mismas lo refaccionaron. Tradicionalmente, en vista de que los fondos recaudados por el restaurant sirven para obras de beneficencia, el precio de ese alquiler ha sido módico y los precios de los platos se mantienen bajos porque, por las mismas razones, las autoridades peruanas exceptúan a las Trabajadoras Misioneras de la Immaculada Concepción de ciertos impuestos (obviamente, están registradas en el Perú como una asociación religiosa, no como una entidad con fines de lucro).

Pero ahora se les ha cruzado en el camino el mismo monstruito habitual que atenta contra todo aquello que tenga de bueno la Iglesia Católica en el Perú: el cardenal Juan Luis Cipriani, que les ha colocado, unilateralmente, sin aviso previo, la exigencia de pagar 10 mil soles mensuales de alquiler (según unas versiones; según otras son 10 mil dólares).

No falta el abogado del diablo (que defiende obviamente a Cipriani) que justifica esa medida sosteniendo que el Agua Viva es un restaurant para ricos. Vayan ustedes a entender cuál es la lógica de eso: no es que la obra de caridad sirva a los clientes del restaurant: es que lo recaudado va para gente que lo necesita realmente.

Yo por mi parte debo decir que en los tiempos en que era un simple redactor de El Comercio almorzaba allí, con mi sueldo de principiante, dos o tres veces por semana, y que conmigo iban incluso practicantes: los menús del día del Agua Viva no eran cosa de ricos y, hasta donde tengo entendido, no lo son ahora tampoco.

Si alguien me explica cuál es la lógica de que un jefe de la Iglesia amenace con desalojar de un predio de la institución a una asociación misionera que sin la menor duda ha demostrado un amor por el prójimo y una vocación de servicio que él mismo jamás ha tenido, juro que haré un intento por comprender.

9.12.12

Humanismo selectivo

Trato de imaginarme cuál es el proceso mental. Debe de ser más o menos así:
"Me pasé diez días expresando mi indignación por la situación de Gaza. Ahora ya leí varias veces que hay una situación inmensamente peor en Siria pero la verdad es que no me conmueve en lo más mínimo, no me importa y no escribiré una sílaba sobre el tema. Además, si lo hiciera, ¿qué diría? No le puedo echar la culpa a los americanos, ni a los judíos americanos, ni a los judíos en general, ni a Israel en particular, ni a ninguna potencia europea, ni a la OTAN, ni a la derecha. De hecho, el asesino es un dictador árabe y encima es del Partido Socialista. Nah. Mejor me quedo callado hasta la próxima vez en que Hamas bombardee a Israel y a Israel se le ocurra responder. Y ahí sí salto como un resorte. Porque yo tengo principios. Ah, y también he visto todas estas fotos de cientos de miles de palestinos celebrando a los líderes terroristas de Hamas, con sus niños disfrazados de terroristas con bombas y ametralladoras de juguete y bebes de pecho con lemas fundamentalistas en la frente, pero también sobre eso me voy a hacer el loco. ¿Total? Ya en otro momento tendré la oportunidad de parecer indignado sin tener que cuestionarme nada. Uff, qué difícil esta vida de defensor de los derechos humanos. Estoy en la primera línea de la vanguardia progresista".
Algo así debe de ser.