3.3.12

Satanás y la academia

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"Satan... The place where he was, in my mind, the most successful and first --first successful-- was in academia. He understood pride of smart people. He attacked them at their weakest. They were in fact smarter than everybody else and could come up with something new and different -- pursue new truths, deny the existence of truth, play with it because they’re smart. And so academia a long time ago fell".

"Satanás... Según me parece, el lugar donde tuvo más éxito y donde tuvo éxito por primera vez fue la academia. Comprendió el orgullo de la gente inteligente. Los atacó en su punto más débil. En efecto, eran más listos que cualquiera y podían inventarse algo nuevo y diferente: buscar nuevas verdades, negar la existencia de la verdad, jugar con ella porque son listos. Y así es como la academia cayó, hace mucho".

Las palabras son de Rick Santorum y son parte de un discurso en el que afirma que Estados Unidos es el blanco favorito de Satanás en el mundo porque es el país más próspero con el mejor de los pueblos, y afirma, además, que el trabajo de Satanás para hacer caer a los Estados Unidos ha comenzado por corroer el alma de los intelectuales, los maestros y los estudiantes en las universidades.

Rick Santorum es claramente un fanático y un regresionista, pero además es otra cosa: es el único candidato que le viene disputando a Mitt Romney, con alguna posibilidad de triunfo, las elecciones primarias republicanas. Descartados los esperpentos de Michelle Backmann, Herman Caine, Rick Perry y los fantasmas aun peores de Sarah Palin o Donald Trump, y a punto de descarrilar las campañas de Ron Paul y Newt Gingrich, Rick Santorum es el número dos en la lista de los posibles rivales republicanos de Barack Obama en la próxima elección presidencial.

En un discurso ante el Congreso, un par de años atrás, Obama sostuvo que una de las metas de su gobierno sería asegurar al menos un año de educación superior para todos los jóvenes americanos, fuera de carácter universitario o en una carrera técnica. Santorum, hace poco, deformó esas palabras para decir que Obama quería exigir que todos los americanos fueran a la universidad. Resulta difícil entender incluso cómo esa versión de la idea podría ser ofensiva, pero Santorum la encontró ofensiva.

¿Su comentario? "What a snob!", dijo: "¡qué tal esnob!". Y luego se explayó acerca de cómo hay tanta gente buena que jamás ha ido a la universidad. Como si Obama efectivamente estuviera sugiriendo que sólo quienes van a la universidad pueden ser buenas personas: el público lo aclamó (era un mitin de sus seguidores). En ningún momento les pasó por la mente que las personas pueden ser buenas independientemente de su nivel de formación y que estudiar algo, especializarse en algo, tener una mejor formación puede no hacerlas superiores moralmente, pero sí darles mayores oportunidades en la vida.

En el país que tiene, a mi juicio sin duda, el circuito universitario más sólido del planeta, la academia es el monstruo favorito en las pesadillas de los ultraconservadores, pero es también, y por eso Santorum está donde está, una entidad fácilmente satanizable (en este caso literalmente) incluso entre muchos conservadores religiosos no particularmente fanáticos, entre gente del pueblo que la mira con sospecha y la menosprecia no intelectualmente sino desde un punto de vista moral. (Nótese que Santorum es, él mismo, quien dice que las personas más inteligentes están en la academia --what a snob!-- y que ese status las hace proclives a la maldad).

Entre los más pobres del Perú, existe la idea de que la clave para salir de la pobreza está en la educación. Es una verdad que los sociólogos han estudiado: los más marginados de la sociedad, en nuestro país, ven la educación como la manera de integrarse a esa misma sociedad, de multiplicar sus posibilidades de transformar su realidad en una mejor. Ayer nomás los noticiarios dieron la noticia de los tres mineros informales muertos en un derrumbe: al menos uno de ellos era un estudiante que estaba juntando plata para pagarse la universidad. El día anterior la noticia fue la de las tres personas atropelladas temprano en la mañana en un paradero de combi: al menos uno era un hombre que madrugaba para cumplir con un trabajo adicional que le permitiera pagar el colegio de sus hijos.

Los peruanos más pobres hacen terribles sacrificios para que sus hijos tengan esos beneficios de la educación que, en Estados Unidos, un candidato como Santorum llama esnobismo y asocia con el demonio. En la fe que los pobres del Perú depositan en su educación está una de las claves futuras para nuestra salida de la pobreza como sociedad.

Mientras tanto, el estado peruano les responde con planes educativos improvisados que cambian cada par de años y con el maquillaje superficial implicado en planes piloto que jamás llegan a concretarse de manera extensa, y les responde, además, dejando la educación universitaria a la deriva, en manos de negociantes, y el curriculo de lecturas escolares a la merced de otros negociantes, los del Plan Lector, y les responde también con la construcción de escuelas que se vienen abajo con un soplo y que en cualquier momento amenazan con sepultar ya no los sueños de los pobres sino a los soñadores mismos.

Quizás más terrible que la desidia del estado es el hecho de que, en las clases sociales alta y media alta, donde la educación básica se cumple sin sacrificios y la superior está al alcance de la mano, en esas clases precisamente, entre empresarios y comunicadores sociales, por ejemplo, empiezan a difundirse las sospechas contra lo académico, la acusación de elitismo contra humanistas y científicos sociales, la estigmatización del mundo intelectual como una suerte de burbuja innecesaria que nada hace por el progreso del país. Allí donde los pobres sueñan con la educación como medio de mejoría, otros que ya disfrutaron de una educación (y que sólo superficialmente se dedican de vez en cuando a denunciar sus falencias) difunden con asiduidad la idea de que la academia y la intelectualidad son la esencia del elitismo, la esencia de lo antipopular.

El día que ellos triunfen, tendremos en el Perú eso que nuestro sistema político, a pesar de su interminable lista de defectos y bajezas, no tiene hasta hoy: políticos que basen buena parte de su popularidad en la defensa de la idea de que la academia es despreciable, que la educación es una traba que oscurece el alma de la gente y que una vida dedicada a la investigación y al conocimiento es un emblema de la trivialidad y la vanidad.

¿Creen que estamos muy lejos de eso? Pues, quizás no tanto. En una entrevista se le preguntó a Santorum si él había reforzado en sus hijos la idea de ir a la universidad. Respondió que sí, que él como buen padre que era animaba a sus hijos a seguir estudios superiores. Por supuesto, preocuparse por la educación de sus hijos no es, para Santorum, un signo de esnobismo. Preocuparse por que todos tengan la mejor educación posible, en cambio, sí parece serlo. Obviamente, todo se reduce a una sola cosa: hipocresía. La hipocresía de querer lo mejor para uno pero negar a los demás lo mismo, para que los demás sean o sigan siendo una masa sin agencia real.

Si eso es, como creo, lo que se esconde en la base del antiintelectualismo de Santorum, entonces debemos reconocer que eso ya existe en el Perú: en cada peruano con educación superior que, primero, no hace nada para que esa educación sea derecho de todos pero que, de inmediato, se escandaliza ante la perspectiva de que las víctimas de esa marginación quieran, por ejemplo, acceder al Congreso o a cualquier cargo político que les dé visibilidad y que les dé una voz pública; en cada peruano con educación formal que les niega a otros peruanos, en nombre de un espejismo de desarrollo, el derecho a defender incluso la supervivencia de su hábitat. La táctica es quitarle al pueblo las herramientas para después asumir, en la práctica, que sin esas herramientas no se debe participar del poder.

(No es extraño que los políticos más populistas del conservadurismo norteamericano, para seguir con el paralelo, sean al mismo tiempo los más ricos y los que más demonizan a la intelectualidad; no es extraño, en el caso peruano, que el mismo PPK que se autoproclamó abanderado del desarrollo fuera quien alguna vez dijo que la gente de los Andes sufre una deficiencia de oxigenación que le atrofia el cerebro).

Nosotros no tenemos personas públicas que, desde el fanatismo o desde cualquier otro sitio, abiertamente proclamen el carácter demoniaco de la academia. Pero sí tenemos quienes la satanizan con discursos populistas y la menosprecian por elitista, cuando en verdad lo único que hay que hacer en este mundo para que el intelectualismo y la academia dejen de ser cosas de una élite es ampliar sus fronteras, agrandarla, o más bien engrandecerla, hacerla ubicua, rigurosa pero de puertas abiertas: no declararla el enemigo ni mirarla con suspicacia; especialmente no cuando la satanización juega con el futuro de millones.
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12 comentarios:

Rafael Euribe dijo...

Desconoces como funciona el aparato republicano y la razon de las primarias. El asunto no es quien tiene mas votos, sino quien tiene mas "delegates" para la convencion.

El otro asunto es la idea del "evil" en la cultura norteamericana y en el protestantismo, que es muy diferente a como lo ven en peru. Pero es un tema algo mas complejo facil de caer en caricaturas.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

¿Desconozco? Si quieres te lo explico. Tu comentario es inatingente.

Anónimo dijo...

Gracioso y desubicadísimo el comentario de Euribe. Sobre tu post, concuerdo enormemente. El tema es, ¿cómo hacemos para visibilizar el problema? Que propongas la discusión me parece útil, pero siento que ya va siendo hora de formar alguna asociación ciudadana pro-defensa de la educación o algo así, que se encargue de presionar para que los Ministerios de Educación y Cultura hagan un poco lo que les corresponde, ¿no?

Anónimo dijo...

Un ejemplo que ilustra parte de lo que dices son políticos como Raúl Diez Canseco, economista y Carlos Boloña, economista (otrora ministro de Economía) El dúo fundador de la Universidad San Ignacio de Loyola. Casa o club de estudios cuya cuota mensual sobrepasa unos tres sueldos de la inmensa mayoría de los peruanos. Son detalles pues de gente con convicciones que piensa en la economía de TODOS los peruanos...
El Rancio

christian espinoza dijo...

para ingresar a la facultad de medicina de san fernando(unmsm) por la pre se necesita estar en un cuadro de 15 vacantes de 768 postulantes.en las universidades donde el ingreso es mas fácil no existen los mismos resultados en investigación de parte de los alumnos y profesores.obligar a producir conocimiento en las llamadas universidades empresa sería considerado una politización de las mismas ya que habria que obligarlas a regular la forma de su gobierno para que ellas a su vez exijan a sus alumnos producir tanto conocimiento como las universidades donde el ingreso es mas exigente.me suena igual a decirle al dueño de una minera mira te doy este terreno pero solo puedes remover x cantidad de tierra y no puedes sacar tanta cantidad de agua .veo difícil el proceso.

Porfirio (el árbol de) dijo...

SOlo una pregunta. Si se exige que los niños empiecen la escolarización con seis años cumplidos, según ley, y son once años de educación, ¿por qué no se exige que ingresen a la Universidad con dieciocho años cumplidos?

Los chicos ingresan a los dieciséis y no saben limpiarse atrás. No saben lo que significa que un centro de educación superior sea una Universidad. La edad no garantiza madurez, pero el apuro es un síntoma alarmante y poco coherente con otras exigencias de la educación universitaria.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Pues, creo que si se les exige seis años cumplidos antes del colegio y el colegio dura once años, entonces no entran a la universidad con dieciséis. ¿No? En todo caso, si a los diecisiete no saben "limpiarse atrás" entonces quizá la universidad nunca vaya a ser para ellos.

Anónimo dijo...

Sr. Faverón: un día de estos escriba un post sobre la escandalosa falta de bibliotecas en el Perú. Soy de Puno, región en la cual no existen ni siquiera librerías. Cada vez que escucho a amigos españoles y argentinos declarar con toda naturalidad que en sus bibliotecas de barrio pueden leer a Hawthorne y a Borges gratis y en sus casas, me da un retortijón de envidia.

Roberto dijo...

Completamente de acuerdo con que el discurso de Santorum es trasnochado. Yo añadiría que la aplicación práctica de sus ideas, no solo en el plano de la educación sino en general, implicaría un retroceso a la Edad Media.
Por otro lado, me gustaría saber, si es posible con nombres y apellidos, quiénes son los que “difunden con asiduidad la idea de que la academia y la intelectualidad son la esencia del elitismo, la esencia de lo antipopular”. Honestamente, perdonen la ignorancia, ignoro quiénes postulan tales ideas en el Perú pero me parece muy importante conocerlos, precisamente para no votar por ellos; yo tampoco quiero tener en mi país “políticos que basen buena parte de su popularidad en la defensa de la idea de que la academia es despreciable”. ¿Por qué lanzar acusaciones así, digamos, “en abstracto”, cuando es perfectamente posible señalar sin ambages qué personajes son los que piensan de esa manera?

Anónimo dijo...

Estimado Roberto: ningún político (o personaje público) expresará abiertamente que la cultura le parece algo inútil. Al contrario, los discursos suelen elogiar a nuestros escritores o intelectuales (Vallejo, Valdelomar, Mariátegui, Basadre, etc.).
Pero, "por sus obras los conocerán". Observa la manera en que se expresan, las muletillas que utilizan, sus slogans de campaña... Fíjate en quienes son dueños o promotores de ciertas "universidades" particulares mas o menos recientes, por ejemplo, y si han participado o planean participar en política...

Anónimo dijo...

¿Qué es mejor? ¿Que sean hipócritas o que digan abiertamente que la "cultura" les parece inútil?

Anónimo dijo...

¿Qué es mejor? ¿Que sean hipócritas o que digan abiertamente que la "cultura" les parece inútil?


Lo mejor es cultivar una inteligencia crítica y saber desenmascararlos. Y no dejarse manipular al extremo de creer que son los otros quienes deben optar entre qué es "mejor".