...
Hace unos años, un poeta malo y peor crítico, me cogió ojeriza porque varias veces le aclaré sus errores y le saqué en cara la superficialidad con la que se refería a temas cruciales como el de la violencia política peruana de las décadas del ochenta y el noventa. Pensando que encotraba una mina de oro, este poeta malo y peor crítico, se dio de narices un día en una revista canadiense con un artículo escrito por un exoficial de la Marina del Perú que defendía la idea de amnistiar a los excombatientes navales de la zona de Emergencia, idea que, por cierto, como saben mis lectores, yo no comparto y contra la cual muchas veces he escrito.
¿Por qué le pareció una mina de oro? Porque el artículo lo firmaba un Faverón Patriau. Un Faverón Patriau que no era yo, sino mi hermano, a quien he visto una vez en los últimos veinte años. Pero el mal poeta y peor crítico era además incluso una peor persona, y le pareció que publicar el artículo y subrayar los apellidos del autor sería una buena manera de desprestigiarme a mí, digamos, por contigüidad o por metonimia (había aparecido mi antología Toda la sangre y mientras la gente de derecha me acusaba de haber antologado a muchos izquierdistas radicales, la gente de izquierda me acusaba de haber antologado a escritores conservadores; todo lo cual, por supuesto, me hizo notar que había cumplido con mi deber).
Entonces, comencé a leer en blogs y en páginas web y a escuchar de terceras personas que yo era un ex oficial de la Marina de Guerra del Perú, un ex infante de Marina, que había peleado en la Zona de Emergencia. Un amigo escuchó, en un congreso de escritores en Chile, a dos autores peruanos que conversaban acerca del descaro de que un crítico que escribía sobre temas de violencia política fuera probablemente un criminal de guerra.
Y luego, en uno de esos días hepáticos en que la bilis se le desvía por las venas y le aprieta en las sinapsis, el mitómano de César Hildebrandt dedicó dos artículos a injuriarme, entre otras cosas, refiriéndose a mí como un ex cadete de la Marina. Era su manera de legitimar las habladurías. El problema, en ese caso, es que César Hildebrandt sabía que todo eso era falso, porque me conoce desde que yo era un niño, es tío de mis primos hermanos, era amigo de mi madre, solía pasar fines de semana en la casa de mis abuelos cuando yo era chico y porque años más tarde yo había sido compañero de su esposa en la facultad de literatura en la universidad: Hildebrandt mentía a conciencia y con conocimiento de causa. Hacía lo suyo: eso que él llama periodismo pero que otros llamamos difamación y mentira.
Como era obvio, otros de la misma calaña, aprendices de mentiroso, tomaron los artículos de Hildebrandt como apoyo para sus propias bajezas. Empezaron a referirse a mí como el cadete Faverón, incluso después de que demostré lo que todos quienes me conocen saben perfectamente: que yo terminé el colegio en diciembre de 1983 y el 14 de febrero de 1984 me convertí en estudiante de la PUCP, que yo jamás he pertencido a ningún instituto armado, que el ex oficial de la Marina es ese hermano al que no veo hace dos décadas (y quien no participó en ninguna acción antiterrorista ni mucho menos contra civiles, que sirvió toda su carrera en las oficinas del Ministerio de Marina y se retiró de la institución antes de que lo enviaran a la Zona de Emergencia, una persona sobre la cual jamás se ha formulado ningún tipo de acusación relativa a los años de la violencia, ni a ninguna otra cosa).
¿Quiénes asumieron el artículo mentiroso como palabra divina incluso después de probada su falsedad? Pues, personas como Marco Sifuentes, el pelele de las infamias mayores, el mismo que publicaba en su blog comentarios anónimos que insultaban a mi esposa, el mismo que bloqueaba todos los mensajes que yo le enviaba con aclaraciones mías acerca de cuál era la verdad. La gente del círculo de Sifuentes, desde entonces, ha usado esos artículos como una especie de arma destructora contra mí: saben que son sólo las imaginaciones de dos o tres inmorales, pero eso no les molesta. Han enlazado el artículo en sus blogs y jamás han expresado el menor arrepentimiento ni la menor culpa y, está de más decirlo, jamás se han excusado por la evidente inmoralidad de hacer tal cosa.
Hay una Pía Hildebrandt en ese grupo, que cada vez que siente que debe insultarme por algún motivo, envía a través del tuiter a sus lectores a leer alguno de esos artículos, como si ellos fueran una radiografía de mi espíritu. Hay gente hasta el día de hoy que envía comentarios a mi blog recordándome las atrocidades que, se supone, yo cometí en la Zona de Emergencia. Ustedes conocen buenas demostraciones del poder que tiene la prensa para destruir honras; aquí tienen otro ejemplo que recordar. Téngalo en mente la próxima vez que alguien les diga que lo que el Perú necesita son más periodistas éticos, morales, nobles, limpios e incisivos como el payaso mitomaniaco de César Hildebrandt.
...
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
17 comentarios:
De lo más bajo. Y eso que estamos hablando de un sujeto de más de metro y medio. ¿No?
Bueno, de un tipo al que los progres chatarra siguen como a zombie porque dicen que es "una universidad andante" (juas) es bien complicado ser enemigo
Tendrá que aclarar don César, o responder lo que afirma Sr. Gustavo; quienes admiramos a don César merecemos una aclaración.
Dudo mucho que Marco Sifuentes te haya difamado, si apenas sabe escribir.
lügen haben kurze beine...
yo opino...que los hermanos deberían verse más seguido...
Una verguenza los ataques, sobretodo de Hildebrant que como dices te conoce, aunque a decir verdad yo solo lei que te decia "pobre recluta" no se si en otro articulo dice que tu hayas estado en Ayacucho.
Sobre tu heermano es una verguenza que haya escrito pidiendo la amnistia de torturadores y asesinos, cuando se van ha enterar los militares que la unica forma de limpiar su honra de sus instituciones es dejar de defender a los que cometieron atrocidades y allanarse a dar la informacion para juzgarlos?. Esa actitud da que pensar que los crimenes no fueron cometidos aisladamente como dicen, sino fue sistematicamente y los oficiales y mandos en Lima tenian conocimiento y ordenaron ese modo de actuar criminal.
Ojala te reconcilies con tu hermano talvez asi se contagiara de tus ideas sobre los DDHH.
Así que te conocía desde que eras un niño...
Entonces dime una cosa, Gustavo, una sola: ¿qué se siente ver a un tío desde abajo y, al cabo de los años, verlo desde arriba?
Nunca ví en Hildebrandt alguien intachable como hacen muchos ciegamente, y si bien tampoco soy fan suyo Faverón, lo de Hildebrandt es simplemente una conducta despreciable.
Marc: ese tipo de comentarios sólo lo publico con la firma completa del comentarista.
Are you talking to me?
eduardo lópez castro. tantos mortales con poses divinas. asi no avanzamos. la misma vaina de paolo contra magaly. bah!
Poses divinas es pedir que no inventen cosas sobre uno. Qué dicen.
Muy interesante este párrafo...
"Como era obvio, otros de la misma calaña, aprendices de mentiroso, tomaron los artículos de Hildebrandt como apoyo para sus propias bajezas."
Lo mismo haces tu, al repetir la mentira sobre los ddhh y Monseñor Cipriani..aquí te dejo un link donde podrás leer lo que realmente dijo Cipriani.
http://idashpe.blogspot.com.br/2010/02/la-coordinadora-de-derechos-humanos-esa.html
En la conferencia “La cartografía y las burlas literarias” (2012) presentada ayer en el CCE por Gustavo Rodríguez, el autor propuso una nueva cartografía de la literatura peruana*. Una cartografía es un modo de organizar la realidad (en este caso, literaria) en términos espaciales desde un punto de vista subjetivo e ideológico, pues es también un instrumento de poder. La cartografía de Rodríguez (cuya clasificación fue hecha en colaboración con Javier Ágreda) plantea tres grandes espacios territoriales (en donde hay escritores que se ubican en el límite o frontera):
a. LA ACADEMIA (Fernando Iwasaki, Jorge E. Benavides, Mario Bellatin, Iván Thays, Rocío Silva Santisteban Patricia de Souza, José Donayre, Selenco Vega, Marco García Falcón, Santiago del Prado. Gustavo Faverón, Luis Hernán Castañeda, Carlos Gallardo, Johann Page, Sandro Bossio, Lucía Charún, Claudia Ulloa, Susanne Noltenius,… ).
b. EL REALISMO URBANO (Jaime Bayly, Oscar Malca, Javier Arévalo, Sergio Galarza, Raúl Tola, Carlos Torres Rotondo, Rilo, Julio César Vega, Gabriel Rimachi Sialer, Juan José Sandoval,…).
c. CULTURA MEDIÁTICA (Enrique Planas, Beto Ortiz, Santiago Roncagliolo, Gustavo Rodríguez, Katya Adaui,…).
Nótese que los espacios territoriales literarios están pensados desde el espacio urbano. Evidentemente es necesario completar el esquema con la narrativa andina, que tiene en José María Arguedas a su principal representante. Ahora bien, ya en “Hipótesis sobre la narrativa peruana última” (1979), Antonio Cornejo Polar planteaba tres líneas dominantes en la narrativa peruana de los años 50’ vigentes el día de hoy:
a. NARRATIVA FANTÁSTICA
b. REALISMO URBANO (que debía consolidar una narrativa popular)
c. NEOINDIGENISMO (O lo que podríamos denominar hoy como narrativa andina).
Claramente, podemos traspasar –en términos generales– la llamada “Academia” con ciertas formas de lo “Fantástico”, toda vez que como señaló el autor, entiende por academia a aquellos que tienen formación en Literatura. De otro lado, el aporte de Rodríguez al planteamiento de los espacios radica en la llamada “cultura mediática” (que no tiene que ver con el tema en sí sino con la presencia “en” los medios. Queda claro que la “academia” y el “realismo urbano” se “mueven” en otros espacios), casi ausente en el contexto de Cornejo Polar y muy presente desde los mediados años 90 en adelante y más aún el día de hoy (al igual que Internet que configura un nuevo campo). Si bien Rodríguez se centra en autores que borden los 30 y 50 años, pensando estos territorios como “capitales” –e integrando la línea ya anotada de lo andino- tendríamos cuatro espacios y cuatro figuras pilares:
A. Narrativa Fantástica (La academia): Clemente Palma.
B. Realismo Urbano: Mario Vargas Llosa.
C. Narrativa andina: José María Arguedas.
D. Cultura mediática: Jaime Bayly.
la disciplina es una virtud...
Concuerdo contigo Faverón, no sabía que Hildebrandt haya hecho eso, pienso que es un tipo ambivalente cuando lo veía en la televisión noté eso. Por otro lado, me quedó la intriga de saber quién es el poeta malo...
Respecto al "chichiboys" Marco Sifuentes, te creo, ese patín es un inmoral, por lo que veo somos muchos a quienes bloqueaba o borraba comentarios, conmigo tuvo la bajeza de editar un comentario mio, hace años que dejé de visitar su web. Es un asco.
wilber
Publicar un comentario