9.2.12

Todos tienen derecho a leer


Con un presupuesto relativamente modesto de parte del Estado o incluso de una ONG que utilizara para ello fondos provenientes de donaciones ad hoc, en menos de dos años se podría colocar la inmensa mayoría de los textos literarios peruanos en internet y dejarlos a disposición de todos nuestros compatriotas, comenzando por los estudiantes, tanto los escolares como los universitarios. Los textos podrían presentarse en dos formatos: el propio del website y un documento adicional en PDF, de manera que obtener, por ejemplo, la poesía completa de César Vallejo en una edición confiable (incluso, por ejemplo, en la reproducción facsimilar de sus ediciones originales), costaría unos cuantos soles, y los padres de familia no tendrían que estar sujetos a ninguna tiranía de las editoriales. De hecho, si el colegio imprimiera una sola vez el texto y permitiera que los estudiantes lo fotocopiaran, el precio se reduciría a una cantidad accesible para la inmensa mayoría, y donar fotocopias para los estudiantes que no tuvieran recursos ni siquiera para ello sería algo que cualquier peruano con cinco soles extra en el bolsillo podría hacer sin mermar en lo más mínimo su economía.

Para entender la viabilidad de lo que digo basta con tener una cosa en mente: el noventa por ciento del canon literario peruano está conformado por libros cuyos derechos de autor han vencido hace mucho o incluso libros que durante siglos han sido de dominio público. Vallejo, por ejemplo, para continuar con el mismo ejemplo, entró en el dominio público, si no me falla la memoria, en 1988, año en que, por esa razón, comenzaron a multiplicarse las ediciones completas de su obra. Ya hay, además, decenas de sitios web donde libros enteros de autores peruanos y extranjeros están a disposición de quien quiera leerlos o reproducirlos. Para darle al asunto la uniformidad y la confiabilidad que un sistema educativo requiere hace falta tan solo un equipo de personas capaces que reúnan esos millares de textos en un solo lugar (otros países, como España, lo han hecho con todo su canon clásico, y con parte del canon latinoamericano), en el que se verifique un razonable nivel de calidad en las versiones, y que permita el ingreso libre de cualquier persona que desee o necesite hacerlo.

¿Existe alguna necesidad de que los estudiantes de un colegio estén obligados a leer “Paco Yunque” en una edición hecha a la carrera por un grupo de negociantes que convenzan a los directores del colegio (a cambio de dinero) de ordenar a los alumnos que compren esa edición y, de paso, que compren otros libros, elegidos con intereses personales y completamente secundarios, por esos mismos negociantes? La respuesta es muy sencilla: no, no existe ninguna necesidad. Lo que importa es aproximar a los estudiantes a la lectura y construir guías de orientación para que los maestros sepan cómo manejar ese gran archivo online de manera que puedan organizar cursos y lecturas con un cierto sentido, con una cierta lógica.

Por otra parte, cualquiera que sabe algo de cómo funciona el mundo editorial peruano sabe que también los autores contemporáneos estarían gustosos de colaborar, acaso incluso donando por completo sus derechos autorales, por una razón muy sencilla: porque en el Perú se cuentan con los dedos de una mano los escritores cuyos libros, tras agotarse, son reeditados. Hay escritores clave del Perú de hoy, como Miguel Gutiérrez, Oswaldo Reynoso, Edgardo Rivera Martínez, Enrique Verástegui, Carmen Ollé y muchos, muchos otros, que tienen en su bibliografía algunos libros que no han sido reeditados jamás o que han sido editados quizá dos veces en dos o tres décadas. Estoy convencido de que muchos de ellos sabrían apreciar el valor de que sus textos lleguen de manera gratuita o casi gratuita a millares de lectores, más aun si se trata de niños de colegio o jóvenes universitarios. Quienes no aceptaran hacerlo, por supuesto, están en su pleno derecho, pero intuyo que la mayoría entendería que colocar su obra anterior al alcance de la mayoría de los peruanos implica también un enriquecimiento para sus propias trayectorias y sería una inversión hecha por el bien de millones de personas que de otra manera no tendrían acceso a su trabajo.

Bibliotecas y bibliotecas virtuales: no creo que exista una manera de negar que esa es la salida más práctica y también la más sencilla para colocar el conocimiento en las manos de las mayorías. Y aunque mis ejemplos se hayan reducido a la literatura, está claro que lo mismo vale para otros tipos de lectura. Como están la cosas ahora, el acceso a la lectura de los escolares peruanos está a la merced de dos tipos de negociantes: por un lado, los bandidos de las grandes editoriales que cobran precios excesivos a personas que no pueden costear los gastos de pagar 150 soles por un libro (sobre todo cuando tienen que comprar muchos libros y, en la mayoría de los casos, tienen que multiplicar ese gasto por dos o tres o cuatro, dependiendo de la cantidad de hijos que tienen en edad escolar), y, por otro lado, los pícaros explotadores del Plan Lector, que venden incluso libros de su propia autoría, convirtiendo el currículo escolar en una payasada a consecuencia de la cual los estudiantes acaban leyendo cualquier cosa que les sea impuesta sin criterio educacional alguno, forzados a comprar lo que no han elegido comprar.

Y dicho sea de paso: eso de forzar a la gente a comprar una mercancía que ella no ha decidido libremente adquirir, se parece desagradablemente a la vieja institución colonial del repartimiento de mercaderías.

Yo trabajo en una de las universidades de artes liberales más ricas de Estados Unidos. La mayoría de los alumnos de esta institución tienen medios de sobra para que sus gastos de materiales no sea una carga sobre sus hombros. Sin embargo, mis estudiantes, que adquieren en la librería de la universidad los libros necesarios para mi curso, o para cualquier otro curso, tienen la opción de revender esos libros a la universidad al final del semestre. La universidad los almacena y la siguiente vez en que el libro se vuelve lectura requerida en un curso, pone a la venta los ejemplares de segunda o tercera mano, a precios rebajados. Y el ciclo sigue: también esos libros pueden ser revendidos una vez más a la universidad. Lo mismo pasaba en la universidad donde estudié el doctorado, Cornell, una billonaria institución de la Ivy League; lo mismo pasa en el resto de la Ivy League: en Princeton, en Harvard, en Yale. Sin embargo, en el Perú, los estudiantes sin recursos de colegios pobres son obligados a adquirir libros nuevos, nunca libros usados, nunca libros heredados de sus hermanos o regalados por un familiar o un amigo: siempre nuevos, porque eso les conviene a las editoriales, para cuyo beneficio está hecha la norma, y eso le conviene a los mercachifles que lucran con los vacíos del sistema. Es simplemente ridículo, es una forma patética y baja de explotación, en la que unos inescrupulosos hacen dinero con las ansias de aprender que son el rasgo inequívoco de los más pobres, porque los más pobres son también los más luchadores.

Cuando yo estudié la primaria, los directores de mi colegio nos pedían que a final del año donáramos nuestros libros, que ellos a su vez enviaban a un colegio que mantenían en un pequeño pueblito en una provincia de Loreto. Todos lo hacíamos, algunos añadíamos algunos libros adicionales. ¿Qué pasó con eso? ¿Qué pasó con la solidaridad? ¿La ley la ha prohibido? ¿Y por qué ahora, cuando hay infinitas nuevas maneras de compartir el conocimiento, nadie pone en práctica una que no perjudique la economía de ningún peruano y que, en cambio, beneficie no sólo a los más pobres, sino a la sociedad toda? Claro, es más fácil (pero también más miope, más estúpido y más cortoplacista) obligar a leer a cambio de dinero, que formar, sin explotación de por medio, una sociedad donde todos tengan acceso a la lectura, donde la lectura se convierta en una costumbre y, naturalmente, después, en una necesidad íntima, personal.

Yo nunca he trabajado para el Estado y nunca he trabajado para una ONG y no tengo interés en ninguna de las dos cosas; no lo voy a hacer. Por lo menos, no lo voy a hacer a cambio de dinero. Pero sí puedo donar el tiempo del que disponga para colaborar en una tarea así. Estoy más que convencido de que no soy el único intelectual peruano que estaría dispuesto a hacerlo. Pero además tiene que haber un equipo que trabaje en eso a tiempo completo y, como dije antes, no es necesario que sea un equipo demasiado numeroso: la inversión sería minúscula en comparación con los beneficios. La decisión, lamentablemente, es del gobierno. Hay que presionar al gobierno a buscar soluciones creativas. La moción de hoy en el Congreso es un paso adelante, pero pequeñísimo. No suelo pedir esto, pero esta vez sí quiero hacerlo: reproduzcan este texto, discútanlo, háganlo público. Podría permitirnos cambiar el futuro de la relación entre los peruanos y su historia, su literatura, sus artes, sus tradiciones, es decir, los elementos de los que debería estar hecho su futuro.

13 comentarios:

Lechucero dijo...

El año 2000 traté de venderle esa idea a los del Plan Huascarán del Ministerio de Educación, pero sólo atinaron a decirme que no, porque nadie tenía internet. Claro, años después, haciendo una autocrítica desapasionada me di cuenta que, sin entrar en detalles, no supe presentar bien el proyecto y el mensaje probablemente se perdió. Sólo me da pena que 10 años después el Plan Huascarán fuera tan sólo un conjunto de colegios conectados a internet sin materiales de lectura ni materiales online en general; y que, 12 años después, ni siquiera exista.

Anónimo dijo...

Personalmente con el Internet he tenido mas acceso a la cultura en sus diversas manifestaciones como leer periódicos internacionales, libros pirateados y demás gustos de carácter científico, así como pornografía online , el suscrito ha verificado que aquellos que tienen acceso a internet en sus comentarios en diversas paginas recalcan en el insulto , el comentario gracioso y la estupidez

Anónimo dijo...

Faverón tiene contacto con escritores reconocidos en este país y en el extranjero, así que no sé qué espera para moverlos a firmar un manifiesto o petitorio, el cual, y por la cadena "amigos de mis amigos", podría llegar a estar encabezado por la firma de Vargas Llosa.

P.D: http://elcomercio.pe/politica/1371988/noticia-educador-leon-trahtemberg-cuestiono-norma-favor-textos-escolares-reutilizables

Firbinski dijo...

Excelente. Podríamos organizarnos y cada uno comprometerse a editar un clásico peruano que pondríamos luego de modo gratuito en internet a disposición de los lectores. ¿Pero cómo llegar a las autoridades de los colegios para que los niños puedan leer esas ediciones gratuitas y no sean obligados a comprar las de la mafia? Quizá habría que contactar a la gente de la Bibioteca Nacional para que desde allí se oficialice un corpus digital especialmente preparado para las escuelas.

No al rey León dijo...

Lo de Trahtemberg no tiene nombre. Salir a cuestionar una iniciativa solidaria y realista por un aspecto superficial. Lo que debería hacer ese educador es pensar una alternativa complementaria, no desetimarla de cajón.

¿Qué tiene que ver eliminar el negociado inescrupuloso con la pedagogía? ¡Basta ya, señores! Los colegios particulares, con todo lo que cobran, deberían regalar, así es, REGALAR separatas que contengan materiales para hacer ejercicios, como hacen tantas academias. Eso se puede garabatear, etc., que es lo que Trahtemberg recalca como summum del tratamiento pedagógico.

También dice este señor que los niños ya no van a poder formar su biblioteca personal. ¿Quién hace una biblioteca personal con esos libros que, además, se renuevan a cada rato por razones nunca explicadas? El señor Trahtemberg está desubicado, fuera de perspectiva. No tiene los dos pies en el Perú, sino en el patio de su colegio. Así no hay futuro, pues.

Por eso mismo, si bien la iniciativa de digitalizar libros para una consulta masiva a costo casi-cero debe efectuarse YA, el grueso del problema es, más que con las obras, con los llamados "libros de texto". Ahí está toda la cochinadita.

POR ESO:

Colegio particular = separatas de ejercicios regaladas.

¿Tan difícil es pensar esa posibilidad y hacerla viable?

No al negociado de los colegios. No a las presiones absurdas que merman la economía de tantas familias peruanas.

tlonborgiano dijo...

Gustavo:
Totalmente de acuerdo contigo en relación a la tiranía del plan lector de las editoriales, sobretodo el de provincias, he sido testigo de cómo se premia a los docentes que incluyen los libros de ciertas editoriales en los colegios. Hay cierta "libertad" en la elección del material literario, y seamos sinceros, los profesores de los colegios nacionales poco han leido, por lo que al momento de elegir los libros para sus alumnos, pesan motivos económicos o cualquier otro, menos el que debe importar.
Con una propuesta como la tuya, se acabaría con esta manipulación abusiva.
Luis Vásquez Coronel.
Piura.

Mobi dijo...

No se olviden del formato para kindle, el precio está cayendo tan rápido que pronto está al nivel de una calculadora.

Javier Arévalo dijo...

¿Gustavo Faverón es el mejor crítico? Las listas de los mejores ¿según quién? Soltar la lengua para decir cosas categóricas es tan lamentable... Faverón es miope, idiota, sonso, desinformado, mal hablado y cretino... y además como dice Ampuero, Faverón es el personaje del resplandor, agazapado en su colegio secundario, rodeado de hielo y frío, lee todo lo que pueda escribir el callejón literario peruano y opina desde su congelamiento con un cuchillo en la mano. Es triste, profesor mediano y dicen que buen novelista... de eso no opinaré porque no lo he leído...

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Yo sé que a Javier Arévalo no se le puede pedir que diga la verdad o, al menos, que no diga tonterías. Pero quiero aclarar que Bowdoin College es una universidad de artes liberales, la quinta mejor de Estados Unidos (la universidad donde estudiaron Hawthorne y Longfellow) y es un poco estúpido querer caricaturizarla como "una secundaria". Especialmente triste porque se supone que Arévalo trabaja justamente con colegios, de modo que es un poco triste ver que siente tanto desprecio por los colegios que usa la palabra "secundaria" como si fuera un insulto mortal.

Xavier dijo...

Viniendo de Javier Arévalo, cualquier cosa que diga es difícil que llegue siquiera a la categoría de insulto. El insulto, en realidad, es que este señor todavía siga siendo parte del Plan Lector.

Acidbjazz dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Hay un blog llamado literatura peruana en pdf

http://literaturaenpdf.blogspot.com/2011/04/barrunto-juan-josesandoval-urbania-lima.html

Anónimo dijo...

El problema es el acceso a internet, la mayoria de los colegios no tienen computadoras ni acceso de banda ancha.
Habria que empezar por ahi. Y reunir el material que esta desperdigado por ahi, hay muchas obras de autores peruanos en la red pero falta reunirlas y ponerlas en un sitio central.