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La invención de la imprenta convirtió al libro en el vehículo por excelencia para llevar el texto hacia unos lectores que de otra manera no lo habrían tenido a su alcance. En el presente, el libro suele ser un obstáculo entre el texto y sus posibles lectores: lectores que podrían acceder al texto por medios electrónicos, gratuitamente, pero que se ven obligados a hacerlo onerosamente, pagando por productos culturales y artísticos y contenidos intelectuales que deberían simplemente ser puestos ante su mirada sin costo alguno.
Quienes saben que me opongo a todas las formas de piratería pensarán que me estoy contradiciendo. No es así. Creo que el respeto a los derechos de autor es la forma elemental de asegurar la producción de literatura, de investigación científica, de investigación académica, porque detrás de un texto que se produce en el presente hay una persona o un equipo de personas que invierten tiempo y dinero en crear esos contenidos. La piratería, es cierto, coloca al alcance del público productos que de otra manera pueden difíciles de conseguir, o que simplemente quedan fuera del alcance de quienes no pueden pagar por ellos. Pero la piratería atenta contra la posibilidad de los creadores de seguir produciendo, de seguir dedicando su tiempo al trabajo.
Pero no ocurre lo mismo con la inmensa mayoría de la producción que ha sido impresa en el pasado y que, en virtud del simple transcurso del tiempo, ha quedado ya exceptuada de los derechos de autor, que tienen unos plazos fijos de vencimiento. En ese contexto, la discusión acerca de si el libro de papel debería o no ser remplazado por diversos medios electrónicos es una discusión banal, en gran medida porque es un debate en el que se oponen, por un lado, el acceso al conocimiento, y, por el otro, el puro fetichismo bibliómano, y esos dos conceptos son simplemente inconmensurables, incomparables: el primero está en el orden de lo moral y lo intelectual y el segundo en el plano del goce material (de un goce material vedado para las mayorías, además).
En países como el nuestro, mantener el fetichismo del libro en las escuelas, por ejemplo, es una trivialidad cuando se sabe que la otra opción (el texto online, el PDF, la simple fotocopia) pueden colocar en manos de millones un conocimiento que no está a su alcance si deben invertir el dinero que no tienen para adquirirlo, o si, para alcanzarlo, deben sacrificar necesidades materiales que no son remplazables por otros medios, como la alimentación, el vestido, el cuidado médico, la vivienda. El único asunto es encontrar un equilibrio: la distribución gratuita, por medios electrónicos, de todos los textos que puedan distribuirse sin violar los derechos de autoría y de reproducción de quienes los poseen, y el hallazgo de formas en que los textos nuevos sean de más fácil acceso, de acceso menos oneroso.
El fetichismo del libro va a quebrarse tarde o temprano, de la manera en que cosas tan sencillas como la invención del MP3 y medios semejantes ha quebrado en gran medida el fetichismo de la música en soportes físicos. Hay ya, por supuesto, desde hace años, editores que han abierto el terreno para la edición de libros electrónicos, y millares de revistas que tienen sólo ediciones electrónicas con la opción de la descarga en PDF. Tengo entendido que, en el Perú, La Mula va a intentar algo similar. Es perfectamente imaginable que en un futuro no muy lejano la mayoría de los escritores publiquen sus obras por esos medios, de modo que el acceso del lector al texto sea más barato pero —esa es la idea—, justamente en función del abaratamiento, también más masivo, de modo que los dividendos que se pierdan al ofrecer productos de menor precio se recuperen y se superen largamente con la multiplicación de los lectores capaces de adquirirlos.
En otras palabras, el punto central de la discusión no debería ser ni la defensa del libro de papel ni la defensa de la piratería, sino la búsqueda de maneras innovadoras de comercializar la obra de creadores que merecen vivir de su trabajo, al mismo tiempo que se satisface el imperativo moral de colocar la mayor cantidad de conocimiento posible al alcance de la mayor cantidad de gente posible.
El negocio editorial tal como existe ahora es básicamente el mismo desde inicios del siglo diecinueve (lo que ha cambiado, ha cambiado para peor: la multiplicación de los mediadores y la banalización producto de la competencia meramente comercial, la promoción del best seller), y no existe ninguna razón para que ese campo crucial, uno de los motores esenciales de las transformaciones culturales de la modernidad y la postmodernidad, insista en funcionar como si el tiempo no pasara por él.
Lo más interesante para nosotros, para países como el Perú, es que en nosotros se puede originar una verdadera revolución del mercado editorial, al menos para lo producido localmente, porque ya toda la tecnología está creada: lo único que falta es la decisión de usarla; y porque nosotros tenemos, mucho más que cualquier país rico, la necesidad de encontrar soluciones: nosotros somos los que necesitamos crear lectores, porque casi no los tenemos, y porque necesitamos crear ciudadanos con derecho a la educación.
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13 comentarios:
Buenas tardes, maestro.
Pero què manìa de generalizar la suya. Un poco màs y nos dice que vivimos en una aldea donde nadie sabe leer y escribir : treinta millones de burros.Me parece muy bueno el aporte que hace a la cultura; pero si bajara el ego colosal que tiene, serìa fenomenal y màs digerible.
Por lo demàs, me gusta su narrativa.
Por favor, no caigan en la huachaferìa de Jaime Bayly.
Mejores tiempos para los árboles. Si en dos años se consolida lo del auto eléctrico, se hace masivo el e-book y el i-tune, al planeta le irá mejor en términos ecológicos. Esto no lo dicen los verdes, sino el sentido común. Aquellos que amamos los libros palpables, tendremos las librerías de libros usados y las de ejemplares coleccionables. Eso debe ser suficiente.
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SOBRE UN FONDO EDITORIAL DE LA MDNCH
La reunión de ayer con nuestro buen amigo Dante Lecca Lozano, Gerente de Cultura, Deportes y Capacitación de la Municipalidad Distrital de Nuevo Chimbote (MDNCH), desalentó a las pocas personas quienes concurrieron a esta convocatoria. Lamentablemente, como suele ser moneda corriente en estos casos, los asistentes realizaron la “verdadera” reunión fuera de la oficina, refunfuñando por el comportamiento y las ideas del anfitrión. Por lo poco que escuché (pues llegué tarde), entendí que Dante no tenía convicción en lo que decía, pues partía de dos premisas derrotistas: “No hay dinero” y “El arte no vende”; ambas, falacias repetidas ad infinitum por las anteriores –y no dudo– y no dudo, las posteriores administraciones municipales si no cambian los parámetros de las políticas públicas existentes. Nos fuimos de la reunión cada uno con la única certeza de un polo y una gorra de la MDNCH.
APUNTES PARA UN FONDO EDITORIAL
Las Políticas Culturales públicas deben estar orientadas y tener como objetivo paliar los principales problemas que enfrenta toda sociedad (delincuencia, drogadicción, pobreza, etcétera). Ejemplos de efectividad y factibilidad sobran. La sensibilización a través de manifestaciones artísticas, reconfigura no solo el modo de ver y pensar la realidad circundante, sino también reforma los modos-de-hacer, por lo tanto, todas las actividades y eventos culturales deben estar enmarcados en estos objetivos; hacer exposiciones pictóricas o presentaciones de libros por hacer, sin rigor técnico ni con una visión de que el trabajo revierta socialmente, es un gasto innecesario.
Específicamente, hablando de un Fondo Editorial de la MDNCH, es justo y necesario que el proyecto se trabaje seriamente:
- UN FONDO EDITORIAL NO CONSISTE EN IMPRIMIR LIBROS Y PRESENTARLOS CON AMIGOS, BOCADITOS Y VINO. Un Fondo Editorial se gesta desde la investigación del mercado editorial para conocer a sus autores y cuáles son los hábitos de lectura de la zona de impacto (en este caso, Nvo. Chimbote y Chimbote, principalmente) y sobre todo, saber qué problemática plantea resolver el libro (¿qué es necesario publicar según los resultados de la investigación: Narrativa, Poesía, Ensayo, Investigación Científica, Tecnológica, Traducciones, Institucional…?).
- UN FONDO EDITORIAL NO PAGA CON LIBROS AL ESCRITOR. Un Fondo Editorial reconoce “económicamente” los Derechos de Autor (regalías), poniendo en valor así su trabajo y experiencia. Para esto, todo Fondo Editorial deberá disponer de un presupuesto municipal para hacerse cargo del pago a los autores.
- UN FONDO EDITORIAL NO PUBLICA A LOS MISMOS DE SIEMPRE. Un Fondo Editorial tiene un Consejo Editorial que estudia y elige los textos sometiéndolos a revisión estilística y sintáctica. Esto evitará que se cree un amigazgo o intereses ajenos a los objetivos consignados en el proyecto editorial y las políticas estipuladas en los lineamientos.
- UN FONDO EDITORIAL NO SE DESENTIENDE DE ADÓNDE IRÁN A PARAR LOS LIBROS. Un Fondo Editorial tiene canales de distribución que aseguren que los libros llegan a las manos del usuario final. Para esto, se pueden destinar también un conjunto de actividades como que los autores visiten los colegios, institutos y universidades comentando su obra y dándose a conocer a través de sus experiencias personales y además, discutiendo el libro socialmente.
(2)
- UN FONDO EDITORIAL NO ÚNICAMENTE PUBLICA A LOS AUTORES. Un Fondo Editorial se encarga de la difusión de la obra del autor; para esto, se deben utilizar canales físicos (construyendo un sistema de bibliotecas públicas fijas y móviles, participando en las diferentes ferias de libros nacionales e internacionales, etcétera) y virtuales (la MDNCH debe tener una Biblioteca Virtual alojada en su página web, donde se encuentren digitalizados todos los libros publicados, cuyos Derechos de Autor y autorización ha sido previamente brindada para el uso público, libre y gratuito; asimismo, podría colocar los links de las muchas páginas de descargas de libros en Word o PDF, legales y sin costo alguno).
- UN FONDO EDITORIAL NO ESPERA A QUE LOS ESCRITORES APAREZCAN. Un Fondo Editorial sondea continuamente la comunidad, convoca y alienta la producción creativa. Esto se puede hacer a través de la instauración de concursos locales, nacionales e internacionales (cuyos premios pueden no ser únicamente de dinero en efectivo, sino también a través de becas en el extranjero, mediante convenios con las embajadas), apoyando a los autores a participar en otros y difundiendo a los nóveles y de menores recursos.
- UN FONDO EDITORIAL NO LE HACE UN FAVOR AL AUTOR AL PUBLICAR SU LIBRO. Un Fondo Editorial realiza una “inversión” al publicar a un autor puesto que el trabajo intelectual es parte del patrimonio de todo pueblo y configura la identidad local y nacional de todo el país. Esta inversión se puede realizar aliándose con las empresas e instituciones para auspiciar las publicaciones y puede tener una visión comercial de estas (por su calidad editorial y la importancia de sus textos, pueden ser de interés privado).
- UN FONDO EDITORIAL NO SOLAMENTE PUBLICA VOLÚMENES DE LIBROS. Un Fondo Editorial también publica revistas de divulgación (cuyos artículos pueden ser de interés académico y/o social), catálogos, guías turísticas, etcétera.
- UN FONDO EDITORIAL NO PUBLICA ÚNICAMENTE A LOS ESCRITORES LOCALES. Un Fondo Editorial promueve la integración con las ciudades colindantes, el país y el extranjero. Si bien es menester alentar la publicación de los nacidos o residentes dentro de la jurisdicción de la MDNCH, no se trata de amurallar editorialmente la ciudad negándole la posibilidad de ser publicados a los chimbotanos, puesto que los lazos culturales son indisolubles.
- UN FONDO EDITORIAL NO ES DE USO PROSELITISTA. Un Fondo Editorial es un proyecto institucionalizado que trasciende la gestión de turno y este no puede ni debe ser utilizado para hacer propaganda a uno ni otro Alcalde. Un Fondo Editorial deviene de Políticas Culturales diseñadas cuyos objetivos son de índole social.
Estos apuntes –que están sometidos a revisión y crítica– se los haré llegar a Dante Lecca Lozano, como autoridad y como amigo, que imagino son ideas que ya conoce, pues no son de ejercicio original, son solo recetas del Coquito Editorial. Entiendo que la burocracia suele enfriar las iniciativas y las buenas intenciones de Dante, pero si él no puede solo, sé que todos nosotros, los involucrados e interesados en el tema cultural, haremos fuerza común para ayudarle a desarrollar los proyectos que sueña despierto, acudiendo directamente con el Alcalde de la Municipalidad Distrital de Nuevo Chimbote, Juan Francisco Gasco Barreto.
(De "La Celebración del Escarabajo", César Alberto Sánchez Lucero: www.lacelebraciondelescarabajo.blogspot.com)
http://www.facebook.com/groups/292191430818373/permalink/322495514454631/
Como correlato a tu propuesta, debería pensarse en una política de abaratamiento de los dispositivos de lectura electrónica, ya sean tablets como el Galaxy Tab o el iPad, o lectores de tinta electrónica propiamente dichos (Kindle, Nook o Kobo).
El Perú podría vincularse a proyectos como este de la India (http://pe.globedia.com/india-lanzo-aakash-tablet-barata-mundo-especificaciones), que ha lanzado una tablet de 50 dólares.
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El Perú podría vincularse a proyectos como este de la India (http://pe.globedia.com/india-lanzo-aakash-tablet-barata-mundo-especificaciones), que ha lanzado una tablet de 50 dólares.
interesante.
pero hay verdades que nos incomodarian, es cierto que muchos no podriamos decir nada porque otros creen que pueden decirlo todo, nuestra rechoncha rechoncha libertad de expresión, la desnutrida y tuberculosa democracia convierte una mentida en verdad solo porque la mayoria lo dice...
saludos
Saludos Gustavo. No hay infraestructura digital en el Perú para sostener tamaña empresa. Es una ilusión. La penetración de Internet en Lima no llega al 35% en los hogares (en USA es 89%), y si comparas la cifra con otros países de la región te quedarás boquiabierto. Esto de las redes sociales, o el chat, o Facebook en el Perú son solamente un asunto de muy pocos, poquísimos. Hasta que no haya un esfuerzo real en políticas de información digital para la eduacacieon, el libro electrónico, o lo que sea, no será más que algo para muy pocos.
Y podremos tener tabletas de 10$ incluso, pronto las encontraremos en algún lugar pirata, pero sin acceso o conexión adecuadas y baratas solo servirán para tirárselas por la cabeza al hijito de Celine cuando diga otra barbaridad en algún otro cine, en otro tiempo.
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