8.2.12

Gato por liebre

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En su columna de hoy en el diario La República, el escritor Juan Manuel Robles hace una suerte de llamado a la hermandad del gremio de los escritores peruanos: "Quizás no entendemos que estamos en tiempos de crisis. Y que celebrar a otro escritor, olvidando un rato sus defectos, envía vibraciones positivas a los posibles lectores. Esos que se nos escapan mientras lanzamos petardos de mala leche".

Quizá no sea necesario decirlo pero, como parece ya casi inevitable en el Perú, el ejemplo que Juan Manuel nos pone a los escritores como role model es el de los cocineros y, claro está, sobre todo, el ejemplo de Gastón Acurio y su incurable optimismo, su manera particular de "cancelar subjetividades" para hablar siempre bien acerca de todos sus colegas.


En respuesta al artículo de Juan Manuel (mi querido Facebook friend y compañero de inka cola en alguna FIL de Lima), aquí voy yo, la mula terca, directo a rajar nuevamente. No porque se hable de Gastón Acurio ni nada de eso, sino porque se trata, me parece, de un ejemplo perfecto de por qué es un despropósito tomar el caso de la industria gastronómica como modelo a seguir en prácticamente cualquier otro estadio de la industria o de la producción cultural en el Perú.

Primero, claro, es necesario que le den una mirada a su breve columna, aquí, en la que yo aparezco como primer ejemplo de machetero a mansalva (pero mis palabras son citadas con precisión y el ejemplo es real, por cierto, como creo que lo son, exceptuando hipérboles, todos los demás que la nota ofrece). Y ahora sí, tras haber leído el artículo, revisemos la idea.

Comienzo por mi caso: en efecto, yo creo que Gustavo Rodríguez es un escritor mediocre; también creo que ningún artículo ni crónica escritos por Beto Ortiz es tan bueno como para olvidar que suelen estar poblados de insultos indiscriminados, imprecisiones voluntarias, acusaciones caprichosas y, no pocas veces, de mentiras. Y no alcanzo a comprender cómo podrían ser esos los ingredientes (¡ingredientes!) de un buen texto periodístico.

A Roncagliolo lo he criticado duramente muchas veces, no a él ni a sus intenciones, sino a sus obras. De hecho, si esto vale para probar que mi actuación como crítico y como novelista quiere quedarse siempre dentro de los límites del profesionalismo, les contaré que incluso le he escrito a Roncagliolo, alguna vez, no hace mucho, un mensaje personal haciéndole notar que ninguna de mis críticas han querido nunca referirse a él como persona y que si él ha sentido excesos de mi parte me disculpo por ellos. Su respuesta fue realmente elegante y bastante simpática, además.

César Gutiérrez me parece una burbuja inflada artificialmente, pero yo fui la primera persona que aceptó, a cambio de absolutamente nada, publicar online y en pdf largos fragmentos de Bombardero. Las novelas de Jaime Bayly me parecen literatura de consumo, pero cuando él necesitó que yo le diera un dato para una investigación periodística que me parecía relevante, se lo di sin problemas. Oswaldo Reynoso ha tenido para mí ataques caprichosos (y también palabras de reconocimiento), pero todos mis artículos críticos sobre su obra han sido positivos y he incluido cuentos suyos en libros editados por mí; también he incluido sus libros en mis clases universitarias y le he pedido que él mismo los comente, via email, con mis estudiantes; Reynoso accedió, amablemente.


La civilidad, pues, existe en el gremio de los escritores; lo que pasa es que no es "buena prensa" y por eso no suele trascender. Pregunto: los notables cronistas de la nueva ola periodística peruana, que tanto han escrito sobre los enfrentamientos entre poetas, novelistas, ensayistas, ¿han escrito alguna vez sobre las grandes amistades entre autores peruanos, sin terminar llamándolas "mafias", "argollas", "camorras", "clubes privados", "amiguismo"? Yo no recuerdo un ejemplo. De lo otro sí, recuerdo muchos.

Pero vayamos al punto. No tengo idea de si el gremio gastronómico se beneficiaría de la existencia de debates, enfrentamientos, entredichos, discusiones y polémicas. Pero sí sé que esas son las cosas que hacen avanzar en direcciones nuevas y sugerentes a la literatura en el Perú y en todo el planeta (si algo falta, en todo caso, son polémicas más serias y sostenidas y argumentadas).

Y la diferencia entre ambos casos tiene una explicación meridiana: si todos los peruanos se pusieran de acuerdo (como lamentablemente han hecho, por ejemplo, nuestros amigos chilenos), en comer durante generaciones comida insípida y no poco monótona, eso no acabaría produciendo un Perú peor, ni un Perú menos viable, ni un Perú más cercano al desbarrancadero nacional. Pero si todos los peruanos se ponen de acuerdo en, además de leer poco, leer siempre mala literatura, literatura chata y mediocre, palabrerismo que pasa por literario, superficialidades sin un grosor semántico real, eso sí produciría un Perú peor.

Y creo que no importa de qué orilla venga la crítica y no importa si a veces se confunde la crítica con animadversión, lo que suele estar detrás de ella, en literatura, es la convicción de gran parte de los escritores y los críticos de que leer buena literatura es moralmente e intelectualmente mejor que leer mala literatura, cosa que simplemente no es relevante a la hora de elegir entre un coctel de camarones y un arroz con huevo frito.

Detrás de una propuesta como la de Juan Manuel, hecha de buen corazón y apuntando a la superación de lo que él percibe como un problema, se esconde, creo, un problema más serio: la creencia de que el simple crecimiento del mercado editorial sería en sí mismo un triunfo. La idea vale la pena considerarla y discutirla, aunque sea por lo que podría tener de táctica. Pero mi postura es que si bien, en el terreno de la gastronomía, la multiplicación de los buenos restaurantes y la multiciplación de los restaurantes que no ofrecen nada especial son, ambas, señales de un saludable crecimiento (un crecimiento económico, básicamente), en el terreno de la literatura, en cambio, lo que necesitamos con urgencia es la multiplicación de las lecturas que aviven nuestra reflexión, agudicen nuestra mirada del mundo y nos hagan cuestionar quiénes somos y quiénes queremos ser: un buen plato de comida suele ser más caro que un mal plato de comida, pero un mal libro y un buen libro suelen tener los mismos precios. Los mismos precios, pero no el mismo valor: apuntemos al valor, que el mercado editorial no considera; aprovechemos que un libro valioso y un libro que no lo es cuestan lo mismo.

Y si ese es el objetivo, entonces la crítica negativa y la crítica positiva, en literatura, como en todas las humanidades y todas las artes, son simplemente las dos caras necesarias de la misma moneda, y ninguna de las dos debe ser mal vista, porque ambas sirven para discriminar valores. (Ojo: en el Perú ambas son frecuentemente rechazadas: las positivas por interesadas o por argolleras, las negativas por destructoras o por belicosas o porque se juzgan como llevadas por rencillas personales).

Para terminar, quiero resumir una idea sobre la cual escribí hace años. El mercado librero del Perú es diminuto y es bastante informe: en el Perú, una editorial puede publicar dentro de la misma colección la última novela de un extraordinario escritor nacional o extranjero y el último desvarío de una estrella de la tele, y los circuitos de distribución y las librerías, con conocidas excepciones, no suelen tampoco distinguir entre unas y otras, y el efecto de eso es que los estantes de las librerías les hacen creer a los peruanos que una novela de, por ejemplo, Osvaldo Cattone o Beto Ortiz, es básicamente lo mismo que una novela de Miguel Gutiérrez o Laura Riesco o Jorge Eduardo Benavides: en la literatura peruana no es solamente necesario sino que es urgente e imperativo que alguien haga distinciones claras, porque esas distinciones están siendo borradas por la industria editorial por puro beneficio económico. No basta con decir que todo está bien, que todos los platos son ricos: cuando alguien nos ofrece (carne de) gato por liebre, es necesario señalarlo.
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18 comentarios:

Anónimo dijo...

No siempre los egresados de las facultades de periodismo han dejado el nombre de sus escuelas en alto. Juan Manuel Robles, periodista formado en la UPC, se une a esa tradición al publicar un artículo de opinión que no es más que una serie de opiniones puestas unas al lado de las otras, sin causalidades ni inferencias. Si para él, Beto Ortiz es uno de los mejores cronistas peruanos, entonces o el género de las crónicas está en su punto más bajo en toda la historia de la república o a Robles le falta leer unos 150 cronistas más para poder opinar nuevamente con conocimiento de causa. Como sea, fue entretenido leerlo y seguramente lo olvidaré sin darme cuenta.

Anónimo dijo...

El articulo publicado por Juan Manuel Robles era vago de comentar pero abordaba un tema que causaba indigestión (esta de moda utilizar vocabulario culinario con la literatura) y ademas hacia mención a la "existencia" de una Camorra Literaria y a la falta de un líder al estilo de GASTON pero aplicado a la Literatura , sosteniendo que entre escritores se apuñalan se escupen, se apestan y les recuerdan que tienen mama. Espero ver alguna vez abrazos a los criollos con los escritores cholos compartiendo una rica comida italiana por

Anónimo dijo...

Como afirmas, el artículo de Robles está lleno de buenas intenciones, y tal vez refleja el cansancio ante tantas rencillas que alcanzaron su punto límite durante la polémica de andinos y criollos. Pero qué sería de la crítica si tuviera que poner los defectos de las obras a un lado para promover la concordia en el gremio; condenaría, sin duda, al crítico a escribir como si todos los días fuese el día de San Valentín. La verdadera crítica, aunque sea áspera y detecte en una obra más defectos que virtudes, el escritor que toma en serio su oficio la escucha agradecido, porque es resultado de la perspicacia y el ejercicio de la razón. Puede que el ejemplo no sea políticamente correcto, pero al viejo maestro de gramática, que aparte de su rígida enseñanza, me propinó una pequeña paliza por andar distraído durante su clase, le debo la gramática que hoy conozco y la buena puntuación. Uno puede ganarse la vida con esa humilde ganancia.

Anónimo dijo...

ahhhh, las metaforas culinarias !!!
ahhh, un post trofado didacticamente con platillos peruanos!!!
que apogeo!!!
f.

Tío Gargamel dijo...

Ocurre que en el ámbito intelectual las ideologías se observan con más profundidad y eso genera distancias, también. En cambio, en el mundo de la cocina, no hay ideología subyacente a los platos de comida.

A propósito, la descricpión de Robles es incorrecta. Hubo conatos de bronca en el mundo de la cocina peruana, pero fue tan carismático el líder y tan abasallador su éxito, que sus enemigos fueron multitudinaria e inmediatamente silenciados por la opinión pública con el unísono grito de "callen a los envidiosos" (¿sí o no, Don Pedrito, ja, ja, ja).

Y ya que hablamos del señor Robles, quiero señalar que es penoso que un escritor desnude tal nivel de superficialidad. Su pedido por buenas vibras es propio de la brujita Josie (o como se escriba) y no de alguien que, se supone, está en condiciones de articular una reflexión.

¡Cero contenidos, puro corazón! Así no se construye una nación.

Anónimo dijo...

Simulacro de examen de admisión 2011 - Universidad Católica

Parte 1. COMPETENCIA: LECTURA.

Marque la opción correcta.
(...)

14. Alonso Cueto es a la Literatura como Gastón Acurio es a:

a) Fútbol
b) Gastronomía
c) Cinematografía
d) Filosofía
e) Ninguna de las anteriores

Rpta. correcta: b)

(Oficina Central de Admisión)

Javier Arévalo dijo...

¿Gustavo Faverón es el mejor crítico? Las listas de los mejores ¿según quién? Soltar la lengua para decir cosas categóricas es tan lamentable... Faverón es miope, idiota, sonso, desinformado, mal hablado y cretino... y además como dice Ampuero, Faverón es el personaje del resplandor, agazapado en su colegio secundario, rodeado de hielo y frío, lee todo lo que pueda escribir el callejón literario peruano y opina desde su congelamiento con un cuchillo en la mano. Es triste, profesor mediano y dicen que buen novelista... de eso no opinaré porque no lo he leído...

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Yo sé que a Javier Arévalo no se le puede pedir que diga la verdad o, al menos, que no diga tonterías. Pero quiero aclarar que Bowdoin College es una universidad de artes liberales, la quinta mejor de Estados Unidos (la universidad donde estudiaron Hawthorne y Longfellow) y es un poco estúpido querer caricaturizarla como "una secundaria". Especialmente triste porque se supone que Arévalo trabaja justamente con colegios, de modo que es un poco triste ver que siente tanto desprecio por los colegios que usa la palabra "secundaria" como si fuera un insulto mortal.

Luisa dijo...

Bueno, discrepo con el sr. Faveròn. A mì sì me parecen interesantes los artìculos de Juan Manuel Robles.Lo sigo hace años y me gusta su pluma. Lo que no comprendo es si porque el sr. Faveròn critica algo, ¿tiene que ser la verdad absoluta lo que ha criticado? Mucho ayayero comenta aquì. Por otro lado, tambièn me parece que Beto Ortiz posee uno de los talentos màs privilegiados del Perù:narrar. Sus crònicas y columnas me parecen muy buenas.
Y por cierto, ¿ què tiene de malo Paco Yunque?

Gustavo Faverón Patriau dijo...

A mí también me parecen interesantes los artículos de Juanma Robles. Y me encanta Paco Yunque. He publicado hace poco en una revista americana un artículo de 20 páginas sobre la versión cómic de Paco Yunque hecha por Juan Acevedo. No entiendo de dónde viene ese comentario.

Anónimo dijo...

"me gusta su pluma"(!). metonimia o metafora ? o ninguna de las anteriores? that is the question.
f.

Anónimo dijo...

Robles quiere decir algo sin quedar mal con nadie. Ese es su error. Asì se ha ganado la vida hasta ahora, no lo podemos culpar. Pero tampoco podemos tomarlo muy en serio. Saludos, Gustavo.

Marco.

Juan Manuel Robles dijo...

Para quien firma como Marco,

No sé de dónde sacas que me he ganado la vida “sin quedar mal con nadie”. He escrito muchas veces sobre personas, algo que, como comprenderás, puede herir susceptibilidades: he tenido juicios en contra, cartas notariales y llamadas intimidatorias. Gajes del oficio que nunca me ha interesado ventilar en público.

Quedar mal con alguien no es un mérito en sí mismo. Un estafador queda mal con quien confió en él. Un mal escritor queda mal con quienes compraron su libro siguiendo una crítica patera o un bombardeo publicitario. Un profesional de cualquier índole queda mal si llega a una cita después de tres días sin bañarse. Lo que he dicho en mi columna, lo he dicho con mi nombre completo y mencionando a personas concretas, incluido el propio Gustavo Faverón, que me respondió civilizada pero frontalmente, como debe ser.

Quedar mal con alguien, lanzando comentarios minúsculos que lo único que dejan claro es la animadversión contra quien ha escrito algo, es la cosa más fácil del mundo. No creo, la verdad, que te tomen en serio algún día si sigues así.



Un abrazo,

Juan Manuel Robles

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Muy bien dicho, Juan Manuel. Hay demasiada gente que acusa gratuitamente y a escondidas y pocos que estén dispuestos a intercambiar ideas civilizadamente.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Y dicho sea de paso, esos que no saben intercambiar ideas de frente pero sin animadversión son los que siempre creen que dos personas que debaten públicamente deben de ser enemigos jurados o tener algún tipo de problema personal. Se desconciertan de ver que otros puedan discrepar sin bajezas.

gran combo dijo...

¿Imprecisiones voluntarias?
Recordemos cómo Faverón comparó a Chávez, Correa y Morales con la Operación Cóndor, cuando se dedicó a criminalizar a Melissa Patiño:

"Lo que sí quiero decir es que por primera vez en mucho tiempo, quizá por primera vez desde los años de la fascista e infame Operación Cóndor, en América Latina hay un puñado de gobiernos decididos a apoyar y promover el terrorismo coordinadamente, y que la reciente bravata matonesca de Hugo Chávez lo demuestra claramente.

Para no hablar del presidente de Ecuador, Correa. ¿Cómo es que los ecuatorianos no están exigiendo a gritos la renuncia de ese papanatas que reclama por la incursión del Ejército Colombiano pero se queda tan campante y feliz cuando una compañía de las FARC, armada hasta los dientes, viola su frontera y hace campamento en tierras ecuatorianas para planificar desde allí sus nuevas incursiones en territorio colombiano? ¿A qué otros grupos está dispuesto a alojar Correa? ¿También será tan amable, servicial, tan buen anfitrión, con los remanentes del MRTA y las columnas aún activas de Sendero Luminoso?

Evo Morales, aliado natural de Correa y Chávez, espera su momento para saltar. Y lo peor es que Uribe, por supuesto, no es un santo, y Alan García muchísimo menos. Y Michelle Bachelet, para quien lo dudaba, ya dejó en claro una vez más que no es sino una manzana podrida en una caja en la que sobran las manzanas podridas."
http://puenteareo1.blogspot.com/2008/03/la-inocencia-del-poeta.html

¿Y? Cuatro años después. ¿Hubo el terrorismo que anunciaba Faverón? ¿Fue Bachelet la "manzana podrida" como decía Faverón?

Leonardo Ledesma Watson dijo...

Señor Faverón, sigo sus publicaciones con mucho interés y aunque algunos lo tilden de mal hablado , cuadriculado, dueño de la verdad o alguna otra cosa, creo que siempre le atina al momento de reflexionar o criticar de manera aguda ciertas obras. Tengo 23 años, aún no termino la universidad, me dedico a escribir y como ya se imaginará aún no he publicado algo, con excepción de uno que otro cuento en revistas digitales o en algún blog. Quería escribirle en privado para conversar, tal vez enviarle algo. No sé cómo podría hacer eso... en fin. Aquí le dejo mi email (leotoc6@hotmail.com) Gracias por leer, espero que podamos comunicarnos. Saludos.

Leonardo

Luis dijo...

Es penoso que en la Feria del Libro, no sepan los dependientes de las librerías, o editoriales, quien fue Juan Carlos Onetti, pero sí te infundan con detalles estúpidos comprar la última entrega de Mónica Cabrejos.