13.2.12

¿Equilibrio perfecto?

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¿Recuerdan el caso reciente de Josefina Townsend renunciando a la conducción de un noticiario de televisión, y a su trabajo en la emisora, debido al sesgo de tendenciosa parcialidad que el medio y el programa evidenciaban bajo la conducción de quienes controlan hoy el grupo El Comercio?

El hecho fue aplaudido por su honestidad y por su valor ético, sobre todo porque se producía dentro de un gremio, el periodismo peruano, que todavía no ha hecho ni la centésima parte de lo que tendría que hacer para redimirse de la vergüenza de su actuación (de la actuación de buena parte de él) durante la dictadura de Fujimori.

Se interpretó como un gesto moral individual, pero obviamente tuvo una resonancia social, que, nada sorprendentemente, la mayoría de la prensa nunca puso en relieve: Josefina Townsend no estaba renunciando simplemente a un trabajo y manteniendo la limpieza de su currículum, sino que estaba renunciando a un rol público, el de alguien que podía legitimar con su imagen y su nombre la evidente corrupción de un medio de comunicaciones.

Los canales de televisión suelen recurrir a lo que en apariencia luce como una práctica incuestionable: contratar periodistas reconocidos como locutores o narradores de noticias. Detrás de eso se esconde una mecánica menos transparente: suele tratarse de periodistas que, dentro de los límites de su contrato, asumen sólo la posición de quienes "leen" noticias escritas por otro y "conducen" programas que otra persona dirige.

Por supuesto, no es necesario un periodista de investigación ni un periodista de opinión para simplemente leer noticias ajenas. ¿Por qué se recurre a ellos? La explicación superficial es que, en ciertas circunstancias, ellos habrán de formular cuestionamientos, preguntas, indagar un poco más allá de la superficie, repreguntar en circunstancias en que un reportero de campo no encuentra el ángulo más interesante, etc. La explicación menos superficial es que los noticiarios necesitan ser identificados al menos con un rostro y un nombre reconocibles y que esos conductores prestan ese rostro y ese nombre.

Para el público general, la realidad presentada a través de un noticiario viene, por decirlo así, validada, firmada y refrendada, por el prestigio del conductor. Allí es donde colapsa el doble juego: no se trata simplemente de leer noticias redactadas por otro; se trata de dar validez a la versión de la realidad que ese otro está presentándole al público.

Lo que está sobre la mesa, entonces, es un asunto de poder simbólico: la prensa en general es mal vista por gran parte de los peruanos; para que las noticias dadas por esa prensa tengan cierto peso y cierta influencia, necesitan un actor que las suscriba públicamente y cuya suscripción tenga valor en sí misma.

El conductor de un programa de noticias puede aceptarlo, pero llega un punto en que debe decidir si es lícito, ético y profesional seguir haciéndolo y debe evaluar si puede influir para que los discursos del medio y del programa sigan una ruta legítima. Es decir, debe decidir si acepta que el ventriloquismo de la estación lo utilice como simple fachada o si va a actuar como un periodista con responsabilidad profesional.

Todos nosotros hemos vivido la experiencia: la desbordante maquinaria de mentiras y falacias del fujimorismo utilizó a periodistas activamente corruptos pero también utilizó, quizá en mayor medida, a periodistas que pasivamente dejaron que un discurso tendencioso o abiertamente falso llegara al público a través de sus labios. Muchos de esos (redactores, locutores, conductores, entrevistadores) fueron capaces de regalarse de tal manera y seguir proyectando un aura de honestidad. El fenómeno persiste, se ha vuelto común, está en todos los niveles de la prensa peruana hasta hoy y es simplemente inaceptable.

Hay unos cuantos que juegan una charada incluso peor: conducen programas de televisión que tuercen la realidad, regatean la información, tapan el sol con un dedo, pasan por alto notorios y masivos acontecimientos públicos, y, por otro lado, mantienen columnas en la prensa escrita donde aluden a los mismos hechos que ocultan en las pantallas, con lo cual le pasan un plumero por encima a su imagen y pueden seguir adelante con lo otro. Ocultan la verdad en programas vistos por cientos de miles de personas y la revelan parcialmente en columnas que son leídas por una centésima parte de ese público. El equilibrio perfecto, pero un equilibrio que colinda con la hipocresía y que olvida ejemplos como el de Josefina Townsend, Raúl Tola y varios más.
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11 comentarios:

Anónimo dijo...

"Érase un hombre a una nariz pegado". sI, es El. ya no cambiarA. y pensar que muchos creen que es periodista. y nunca paga sus silencios, y solo se dedica a apañar.
f.

Anónimo dijo...

Es increíble cómo Lucar, Carreño, Federico Salazar y demás periodistas "geishas" del fujimorismo, se presentan al público como si nunca hubieran perdido su independencia. Ellos, y muchos más, fueron muñecos ventrilocuos.

Anónimo dijo...

Palomillas de ventana. Son paladines de la verdad y la democracia en las columnas que poca gente lee o en twitter o facebook (por lo que reciben muy poca plata), pero cuando tienen que dar la cara a un público amplio, sólo se limitan a leer lo que le escriben en el teleprompter.

Anónimo dijo...

Y es incríble cómo algunos periodistas que tienen lustros en la televisión, como Salazar o Carreño, NUNCA se han mojado con una opinión.

Nunca quedan mal con nadie.

Bruno Ysla Heredia dijo...

Nota para los comentaristas: Ojo que quienes están en la caricatura son Pilar Higashi y Patricia del Río.

Saludos

Anónimo dijo...

se van los limpios, quienes se quedan entonces?

Anónimo dijo...

Aguarda! un literato hablando de politica? Donde quedo eso de "cocinero a tus sartenes"?

Me olvidaba, eso solo aplica a los cocineros que digan que "la literatura peruana es melodramatica y llorona" (Thays dixit)

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Obviamente no tienes por qué saberlo, pero yo tengo toda una carrera de periodista detrás mío, publico en diarios y revistas desde hace más de veinte años, he sido columnista y he sido el editor de lo que en aquel momento era la revista más leída del país (Somos, entre 1998 y 2000).

José Vásquez Alejos dijo...

No se si vieron la noticia que Patricia Del Rio leía: Abencia Meza fue condenada a 30 años de prisión, fue un exceso dijo Magaly Medina. ¿Patricia Del Rio? leyendo esa cojudez, bueno, para mí es una gran decepción, así le den el consuelo de entrevistar a algunos personajes. Al menos en estos día parece que ha cambiado de estilista, porque ya me daba pena tanta humillación.

Anónimo dijo...

Escucha Federico Salazar.. la gente solo te festeja tus comentarios lujuriosos...

Anónimo dijo...

En todo ese parrafo lleno de autobombo (al que toda persona tiene derecho) no veo un titulo de periodismo, sociologia ni una maestria en ciencias politicas.

Cual seria la diferencia entre Gustavo Rodriguez (publicista metido en la literatura) y tu (literato metido en el periodismo)? No es una pregunta retorica, realmente me interesa conocer tu opinion.

Ojo, yo solo estoy aplicando las ideas que tu has expresado en anteriores articulos (que no comparto).

"No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo" (Voltaire)