16.1.12

Academicistas e intelectualoides, 1

No sé ustedes, pero yo nunca he escuchado que alguien critique a un futbolista porque su juego es demasiado futbolístico. No sé de científicos a los que se critique por ser excesivamente científicos ni creo que se suela calificar negativamente a los artistas por ser muy artísticos. ¿Mi profesor es demasiado pedagógico? ¿Mi estudiante es en exceso estudioso? ¿Ese periodista es demasiado periodístico? Jamás he escuchado cosas así, salvo que fueran dichas con ironía.

Sin embargo, da la impresión de cada vez está más de moda criticar a los intelectuales por ser muy intelectuales y a los académicos por ser muy académicos. Y lo más grave no es eso: lo peor es que hay intelectuales y académicos que sienten que deben defenderse y poner excusas cuando se les critica de esa manera. En el colmo del absurdo, hay intelectuales que hacen suya la bandera de quienes los critican así, y acusan a otros intelectuales y a otros académicos porque, al parecer, los encuentran demasiado intelectuales y excesivamente académicos.

Quienes usan esas palabras en sentido despectivo algunas veces parecen percibir, aunque sea de modo superficial, el absurdo de lo que hacen, y entonces cambian ligeramente los términos: para ellos, todo intelectual que no sea un divulgador campechano y simplificante es un “intelectualoide” y todo académico que no sea inmediatamente inteligible por los neófitos es un “academicista”. Prefieren al sociólogo populista, al psicoanalista televisivo, al antropólogo que opina sobre cualquier cosa en términos que no se alejen demasiado del sentido común.

Lo irónico del asunto es que, al hacer eso, están confiando más en el título del personaje que en su conocimiento real: no le piden al sociólogo que analice, sino que adivine el futuro; al psicoanalista le piden que sea un gurú; al antropólogo, que ponga en términos transparentes lo que ellos ya creen saber de antemano. Es decir, buscan la validación ex-cathedra, no la reflexión, y no les importa si detrás de la opinión obtenida hay un razonamiento que se sostenga y se problematice (eso sería “academicista” e “intelectualoide”). Así, los únicos intelectuales que se libran de esos epítetos son los que se prestan fácilmente al rol de talking heads y spin doctors.

Nadie es más fácilmente apantallado por un grado académico que aquellos que desprecian a los académicos de verdad. Por supuesto, nunca le dirían a su médico que por qué tanto análisis, por qué tanto estudio, por qué tanto diagnóstico con palabras de cinco sílabas, por qué tanto descubrimiento complicado y difícil de entender, por qué mejor no sale de su burbuja, pone los pies sobre la tierra y les receta un té con limón y una aspirina. ¿Por qué no es usted un poco menos médico, doctor?

El asunto no es nada secundario. En una sociedad en la que el sistema universitario es sumamente mediocre, la enseñanza escolar es tierra de nadie, los niveles de lectoría son aterradores y la especialización profesional es un barco a la deriva, es una irresponsabilidad difundir la noción de que hay tal cosa como dedicarse demasiado al estudio, la reflexión y la discusión intelectual.

15 comentarios:

cristina dijo...

Gustavo, soy Cristina Fallarás, de Sigueleyendo.es
Querría consultarte una cosilla. ¿Me puedes dar tu mail en cfallaras arroba gmail

gracias

Héctor dijo...

Creo que la reacción de la gente cuando dice "eres demasiando académico o intelectual" va por otro sentido, Gustavo. Es una reacción, no frente al intelectual bien preparado, que argumenta sólidamente y con ejemplos a veces eruditos. No. La reacción es, y totalmente justificable, ante, por ejemplo, el psicoanalista que (casi siempre televisivo) habla con tales tecnicismos que nadie lo entiende: "la sociedad de Lima es gobernada por la pulsión tanática que de manera latente abreacciona al significante amo".
Algunos antropólogos no se quedan atrás cuando dicen que hermenéuticamente se puede encontrar una diferencia -no sé si cuantitativa o cualitativa- entre el asesinado realizado por hombres y mujeres. El hombre -dice el antropólogo en cuestión- asesina con cuchillos, en general, con armas punzocortantes; la mujer, en cambio, con venenos: racumín disuelto en la leche para dárselos a beber a sus bebés y luego ella misma toma la pócima. ¿Cuál es el número de la muestra de este antropólogo? Cero. Ah, o sea, en lugar de comentar esos casos particulares se lanzó a una bastarda generalización que, arropada en sofismas y una inmensa telaraña de palabras oscuras: El Otro, cratopoder y citar a Foucault, siempre Foucault.
Si te das cuanta, a MVLL no se le puede adjudicar el adjetivo en cuestión, porque ahí sí tienes una prosa limpia que, parafraseando a Nitzsche, no trata de "oscurecer el agua para parecer profundo". Mi impresión es que cuando los académicos escriben lo hacen pensando sólo en el grupo que domina su especialidad. De ahí que si escriben en una revista de su disciplina, de acuerdo; pero cuando lo hacen para medios más amplios y no pueden salir de la catacumba de sus jerigonza (que es lo que por lo general sucede), merecen lo de "intelectualoide".
Lo peor de esto es que muchas veces -y esta es otra impresión personal- la gente en lugar de reaccionar pidiendo un discurso comprensible, se queda boquiabierta, como hipnotizados por las rocambolescas oscuridades recién oídas. La virus dormitiva de Moliere.

Saludos cordiales,
Héctor Ponce

Pedro dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Jorge Frisancho dijo...

A lo mejor te ha ocurrido también ahora que eres novelista édito, pero a mí, que soy poeta, me han acusado toda la vida de ser "demasiado poético" y "demasiado literario" ("literatoso" es una palabra que no olvido, y que escuché de boca de otro poeta hace muchos años). Siempre me ha llamado la atención que alguien vaya a un recital o tome un libro de poemas y espere encontrar ahí algo que sea otra cosa, y que se queje cuando le dan lo que ha ido a escuchar o lo que ha comprado. Y creo que parte del problema, ya para ponerme "-oide", es un déficit de conectividad entre los discursos contemporáneos y los públicos los que se enfrenta, como si estos públicos fueran (lo son, en buena medida) perpetuamente ignorantes de las problemáticas que aquellos discursos exploran o expresan. Y creo también que la respuesta a eso no puede ser, ni cagando, "bajar" la complejidad o densidad del discurso (aunque sí sea necesario hablar claro, cuando se puede), porque esa es una traición a la realidad y, en última instancia, un callejón sin salida que nos obliga a repetir siempre la mismas cuatro boludeces de superficie.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Absolutamente de acuerdo contigo Jorge. Mucha gente parece convencida de que la complejidad del trabajo intelectual es una suerte de máscara compleja que cubre una realidad simple; lo que piden, acaso involuntariamente, pero paradójicamente, es una máscara simple que cubra una realidad compleja. Todos de acuerdo en que existe el intelectual palabrero sin mucho fondo, pero eso la figura del charlatán se da en todos los campos y no debe ser usada para definir el campo mismo.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Cristina: te escribo en un momento.

LuchinG dijo...

Pues yo sí he escuchado críticas a físicos teóricos por ser incapaces de diseñar un experimento práctico, a filósofos por no tener ideas aterrizables, a médicos que no pueden expresarse en otro lenguaje que el médico. ¿Son críticas absurdas? Si vienen desde la física teorica, la filosofía o la medicina, sí, son absurdas. No son absurdas si vienen del lector de una columna de intención divulgativa o un paciente (como aquella escena de La teta asustada). ¿Ningún paciente se opone a que el médico sea demasiado médico? Sí lo hacen y terminan donde el homeópata o algún otro proveedor de tratamientos placebo. Nadie puede criticar a los académicos por usar el lenguaje académico cuando se comunican con otros académicos; pero si van a poner un artículo en Somos, opinar en RPP o tratar de explicar un fenómeno social en una entrevista de 5 minutos de un programa del domingo, serían unos irresponsables si no trataran de traducir sus ideas a un lenguaje más común. También existe la opción de no aceptar una entrevista por no estar a la altura del reto.

Por supuesto, esto no tiene nada que ver con el columnista que sólo dice lugares comunes. No sé para qué alguien querría leer una columna con ideas que se le pueden ocurrir a cualquiera.

Daniel Salvo dijo...

La moda es demostrar que se tiene "harta calle", antes que conocimientos.

Anónimo dijo...

Hola Gustavo, mi nombre es Carlos Cornejo-Roselló.
Quizá el problema vaya por los resultados, por lo que esperamos. Nos gustaría que el médico que nos atiende sea el mejor, que el futbolista que lleva puesta la camiseta que nos gusta sea el mejor, que el profesor que nos enseña sea el mejor, porque esperamos resultado concretos y prácticos. Y lo práctico y concreto no se nota a primera vista en el trabjo intelectual, es un trabajo más silencioso y que aveces es difícil de expresar con claridad. También habría que agregar quiénes son las personas que juzgan así el trabajo intelectual y prefieren el práctico.
Saludos.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Luching. Para que tu crítica sea válida tendrías que hacer varias cosas previas: primero, tendrías que hacernos ver de manera convincente que todos los temas, por más complejos que sean, pueden ser comunicables a un neófito; segundo, tendrías que proponer una manera de medir cuándo algo ha sido puesto en términos comunicables. Einstein (ni nadie más) jamás fue capaz de explicar la teoría de la relatividad en un artículo periodístico de 400 palabras. ¿Explicarla en un libro de 500 páginas hecho con un lenguaje sencillo sería divulgatorio? ¿Para quién? ¿Para quienes leen libros de 500 páginas? ¿Qué porcentaje de la población es ese? La cosa no va por ahí, pues. La cosa es que a veces se tiene que reconocer que para comprender por completo una idea generada dentro de una disciplina académica hace falta un conocimiento equivalente al conocimiento de quien ha producido esa idea. El error está en creer que pasar del lenguaje complejo al lenguaeje sencillo o común es como una simple ("simple") traducción, como pasar del japonés al alemán.

Miguel Rodríguez Mondoñedo dijo...

Pasar del lenguaje complejo al común es como una traducción. El error es creer que las traducciones son simples. Hay una montaña de presupuestos que necesitan ser explicitados al pasar al lenguaje común---como en toda traducción.

Precisamente, lo que la gente no quiere es que lo obliguen a aprender un nuevo código. Como cuando uno ve en una traducción que se ha preservado algunas palabras originales. Por ejemplo cuando uno encuentra "Dasein" en una traducción de Heidegger en vez de "ser-ahí" o "ser/estar-en-el-mundo". Esta situación es interesante porque "estar-en-el-mundo" solo es más claro que "Dasein" si has pensando la idea un poco más (en cuyo punto da lo mismo que diga "Dasein"). La gente se quiere evitar ese trabajo, precisamente. En otras palabras, la dificultad de leer a Heidegger no procede únicamente del hecho de que esté en alemán.

Lo mismo ocurre cuando uno enseña matemáticas (o sintaxis, o cualquier cosa, en verdad): tienes que aceptar que hay algo que no sabes. Es la confrontación con las propias limitaciones lo que produce inseguridad, y crea la falsa sensación de que lo complejo es algo aislado o irreal.

La divulgación de la Teoría de la Relatividad es un buen ejemplo. Como es bien sabido, la TR es fundamentalmente un conjunto de fórmulas. Su divulgación, en cambio, toma la forma de un conjunto de metáforas. ¿Son las metáforas una mejor manera de entender la naturaleza del universo que las fórmulas? Claro que no. Pero es la única vía de acceso a la TR si no quieres aprender física de alto nivel.

Creo que esencialmente eso quiere decir la gente cuando pide "lenguaje sencillo": un conjunto de metáforas, parábolas, analogías, etc. Es extraordinariamente difícil hacerle entender que lo metafórico dan forma a intuiciones holísticas sobre el mundo, pero que uno debe eliminarlas si realmente quiere entender la naturaleza de los objetos---noten que esto no es una diatriba contra la literatura: es obvio que hay cosas que solo podemos comprender con metáforas (es decir, las metáforas siempre extienden el conocimiento, aunque no nos den todos los detalles).

En efecto, no se puede bajar la densidad del discurso. Justamente veía hace poco un website de divulgación:

http://www.khanacademy.org/

El pata es un programador que ha trabajado como analista de finanzas. Sus videos sobre esos temas son extraordinarios. También se manda con videos de historia del arte, que no están mal, pero que no es difícil ver que podrían ser mejores. O quizá soy yo, que sé más sobre Leonardo que sobre finanzas. ¿Es posible adoptar un discurso así hablando de complejas teorías sobre el discurso y la literatura?

En todo caso, es claro que discernir la viabilidad del "lenguaje sencillo" es un asunto bastante complejo.

LuchinG dijo...

"Para que tu crítica sea válida tendrías que hacer varias cosas previas: primero, tendrías que hacernos ver de manera convincente que todos los temas, por más complejos que sean, pueden ser comunicables a un neófito "

¿Por qué no preguntarnos también si existe al menos un tema que pueda ser completa, total y permanentemente agotado por al menos un especialista? Si esta reducción al absurdo no detiene a los eruditos, tu reducción al absurdo tampoco expulsa a los neófitos, porque entre ambos escenarios hay muchísimos puntos intermedios. El más frecuente es que lo que se muestra al neófito es apenas las líneas generales del darwinismo (no el mecanismo del ADN), las leyes del movimiento de Newton (no matemática diferencial), el experimento que demuestra que la luz se comporta como una onda y como una partícula (no mecánica cuántica).

"segundo, tendrías que proponer una manera de medir cuándo algo ha sido puesto en términos comunicables."
1.- Tomas una muestra de la población, haces un exprimento, chequeas los resultados, corriges.
2.- Dado que para lo anterior no hay presupuesto, el divulgador se toma el trabajo de autocriticarse constantemente y corregir el rumbo cada vez que vea necesidad de ello, como seguramente hizo el padre de Borges cuando le explicó la paradoja de Aquiles y la tortuga al niño Borges.

"Einstein (ni nadie más) jamás fue capaz de explicar la teoría de la relatividad en un artículo periodístico de 400 palabras."
En consecuencia, Zenón engendró a Borges, porque nadie más podría haberle explicado a Georgie lo de Aquiles.

Papas y camotes. Una simple paradoja no es comparable a una teoría científica entera

Se compara lo que tienen de comparable. Hay proporción entre los mensajes (relatividad / paradoja) y los que lo reciben (neófito / niño).

"¿Explicarla en un libro de 500 páginas hecho con un lenguaje sencillo sería divulgatorio? ¿Para quién? ¿Para quienes leen libros de 500 páginas? ¿Qué porcentaje de la población es ese? "
Digamos 1%. Digamos que Tomás Unger pertenece a ese 1%. Digamos que yo pertenezco al 10% que entiende a Tomás Unger... etc.

"La cosa es que a veces se tiene que reconocer que para comprender por completo una idea generada dentro de una disciplina académica hace falta un conocimiento equivalente al conocimiento de quien ha producido esa idea."
...y para divulgarla en forma aproximada -en un medio no académico- se requiere un esfuerzo a parte; esfuerzo que al parecer muchos académicos no tienen ganas o tiempo de hacer.

Absurdo. No tiene caso difundir una aproximación de una idea. La idea o es completa o no es la idea.

La Tierra no será una esfera, pero ciertamente no es plana, ni piramidal, ni dodecaédrica; por lo tanto, describir a la Tierra como una esfera es aceptable; y también podría serlo la explicación aproximada de una idea.

"El error está en creer que pasar del lenguaje complejo al lenguaeje sencillo o común es como una simple ("simple") traducción, como pasar del japonés al alemán."

Si no hay elementos prescindibles en un texto literario, ¿por qué se hacen traducciones? Respuesta: porque si hay que escoger entre no leer el libro por no saber japonés (ni tener tiempo de aprenderlo) y leer el libro traducido, es preferible lo segundo. Y casi nunca el traductor alemán, especialista en literatura japonesa, es el autor mismo.

Y para que quede claro: lo que acabo de decir no una excusa para la mediocridad; al contrario, significa que ser mediocre no tiene excusa.

Anónimo dijo...

¿Alguien quiere explicarme qué hace Gastón Acurio como jurado del concurso de las 1000 palabras?

Enrique Prochazka dijo...

Hola Gustavo,

acabo de descubrir tu nuevo blog y en particular esta suculenta discusión, a la que he llegado tarde; pero no para felicitarte y desearte éxitos, lectoría y cómo no, buenas discusiones. Un abrazo, E

Anónimo dijo...

Gustavo, observa que las ciencias sociales y fisicas tienen metodos diferentes.

Vemos un ejemplo: como un economista determina si estamos en recesion? pues tiene que esperar varios trimestres para confirmar una tendencia.

En este caso, quien se entera primero que hay recesion? pues los empresarios que la viven y escriben sus reportes primero antes que los economistas las lean.

Al intelectual solo le queda pronosticar y se desprestigia.

Por el contrario, los cientificos del MIT, estan inventando tecnologias que cambian el mundo a los pocos años. Ellos estan siempre en primera fila.

Gracias.