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Como sabemos, existe la posibilidad de que la Presidencia del Consejo de Ministro tome el local de la antigua estación de trenes de Desemparados, desalojando para ello a la Casa de la Literatura Peruana. Ante esa amenaza, más de una actividad se ha organizado como respuesta: hoy sábado 3 a las 7 pm se anuncia un recital poético de protesta en la Casa misma; para mañana, domingo 4, se ha convocado a un "plantón" en la Feria del Libro.
De hecho, daría la impresión de que por fin los directivos de la Casa de la Literatura han detectado cuál es el problema más grave de los que aquejan al ejercicio literario en el Perú: el posible cierre de la misma Casa. Ninguna otra cosa los ha movilizado de manera siquiera comparable.
Hay quienes pensamos que el problema mayor que ha enfrentado la literatura peruana, como parte de la esfera pública de nuestra sociedad, en años recientes, es la creación del Plan Lector, una iniciativa convertida en ley que deja la construcción de los programas de lecturas literarias de todos los colegios del Perú en manos de editoriales privadas y proyectos de promoción cultural también privados, sin ninguna limitación a las lecturas que puedan llegar a los colegios y sin ningún conjunto de estándares de calidad que garanticen que esas lecturas contribuyan a la educación de los escolares, en vez de minarla y debilitarla.
Uno pensaría que ese asunto debía preocupar y desvelar a los directivos de una institución como la Casa de la Literatura. Lo cierto es que, ante esa destrucción de las posibilidades de diseñar un programa de lecturas literarias coherente, didáctico, inteligente, racional, la reacción de la Casa de la Literatura ha sido peor que el simple silencio: la Casa de la Literatura se asoció a diversas iniciativas para promover el Plan Lector.
Entre esas iniciativas no sólo estuvo la de coordinar con otras entidades estatales, como la Dirección Regional de Eduación de Lima Metropolitana. La Casa de la Literatura dio pasos menos comprensibles, como respaldar y promover algunos de los proyectos privados más cuestionables que se hayan llevado a cabo dentro del marco del Plan Lector, como los que dirige uno de los autores de la ley original, el escritor Javier Arévalo, invitado constante de la Casa de la Literatura, que ha tenido el raro privilegio de que la Casa patrocine colecciones de su sello Recreo.
En posts de mi blog anterior me referí a los problemas particulares generados por la pobreza intelectual y la total carencia de lineamientos pedagógicos del Plan Lector y de los proyectos privados que se han cobijado en él para copar, como si se tratara de cualquier otro mercado, el gigantescomercado editorial literario que conforman los millones de escolares del Perú. Pueden ver algunas de mis críticas aquí, aquí, aunque son muchas más.
Uno esperaría que la Casa de la Literatura hubiera servido para algo más que la promoción y el patrocinio de un plan tan pobremente diseñado: debió servir para su discusión y su reforma y para propiciar su reemplazo por alguna iniciativa más sostenible, más didáctica, más pedagógica, menos obsesionada con las ventas y el autobombo (a Arévalo y a su socio Gustavo Rodríguez, por ejemplo, parece que les resulta imposible abstenerse de vender los libros de su propia autoría dentro de los paquetes del Plan Lector de Recreo, como si de alguna manera el dirigir un proyecto cultural los convirtiera a ellos personalmente en lectura escolar indispensable).
La Casa de la Literatura ha tenido muchos otros problemas. Para comenzar, sus orientadores, estudiantes y graduados de literatura de diversas universidades, fueron sujetos a diversos regímenes laborales francamente explotadores: eran "terceros" que daban un servicio privado, sin seguro médico, sin CTS, sin AFP. Luego los pasaron al régimen CAS (contratos administrativos de servicios, una forma de vinculación tan endeble que de hecho el Congreso mismo la revisó recientemente porque dejaba a los trabajadores ajenos a otra serie de beneficios laborales). Tras el paso del gobierno de García al de Humala, esos mismos orientadores fueron dejados al garete, sin que se les cancelaran sus pagos durante varios meses.
Esos orientadores, sin embargo, y esto me consta de manera personal, se daban el tiempo y la iniciativa para construir proyectos abiertos y pluralistas de promoción cultural, como la famosa revista que hace ya dos años o más era de lanzamiento inminente, pero que la dirección de la Casa echó al tacho de basura sin siquiera molestarse en contactar a quienes habían diseñado el proyecto, o a quienes habían colaborado en él, pese a que lo habían hecho con la aprobación de esa misma dirección.
No resulta difícil comprender por qué el pluralismo no es un fuerte de la Casa de la Literatura: basta con comprobar el carácter eminentemente propagandístico de muchas de las instalaciones: los paneles alusivos a la obra del aprista Luis Alberto Sánchez destacaban por encima de los de cualquier otro, como si en verdad Sánchez fuera el nombre clave del pensamiento literario en el Perú. Los videos en pésimo estado del programa televisivo que dirigió en los años ochenta observaban a los visitantes desde monitores en cinco salas de la Casa, hasta que los aparatos fueron colapsando uno tras otro.
Insólitamente, uno de los paneles de la sala 8 rinde un homenaje semejante a Víctor Raúl Haya de la Torre, como "eminente" analista del devenir de la literatura peruana, y, hasta hace muy poco, una sala entera estaba dedicada al grupo de los "Poetas del Pueblo", es decir, a Magda Portal, Nicanor de la Fuente, Julio Garrido y otros escritores apristas (varios de ellos aparecen con Haya en la foto que ilustra este post), un énfasis que violenta cualquier concepción más o menos objetiva e imparcial que se quiera tener de la literatura peruana.
(Los paneles, por otro lado, suelen estar llenos de erratas y de información alucinantemente inexacta y a veces escandalosa. Un panel informa o informaba que las leyendas incas se habían conservado gracias a la llegada de los españoles, sin cuya conquista se hubieran perdido para siempre. Así como lo oyen: los españoles salvaron el legado cultural inca; supongo que lo hicieron mediante el método de destruir la cultura inca).
Es curioso que uno de los comunicados en que se convoca al público a las actividades de protesta de estos días diga, textualmente, que mantener la Casa de la Literatura en el local de la estación de Desamparados "no se trata del óptimo uso que se le puede dar al imponente monumento" pero que sí es "preferible al de oficinas administrativas de la PCM". Uno se pregunta por qué deberíamos conformarnos con usos que no fueran óptimos: ¿cuál es el proyecto que, en caso de ser presentado, sí legitimaría la posible reubicación de la Casa de la Literatura en algún otro local?
En esa misma línea, y ya que se me ha criticado mucho por escribir estos posts, debo decir que lo hago por un solo motivo: no tenemos por qué aceptar una Casa de la Literatura que no sea óptima, que se conforme con promover la medianía y no aspire a lo mejor, que incentive pequeñas iniciativas sin evaluarlas ni criticarlas ni discutirlas y no demuestre un norte y un proyecto merecedor del apoyo incondicional del Estado. Los directivos de la Casa de la Literatura y quienes se adhieran a sus protestas deberían demostrar aunque sea con el esbozo de un proyecto coherente por qué esa institución puede resultar imprescindible, en vez de simplemente movilizarse para declararla imprescindible.
La Casa de la Literatura comenzó como instrumento de propaganda y aún no ha probado que pueda desprenderse de esa sombra. Todo su conflicto de ahora, en verdad, se deriva de ahí: con el cambio de gobierno, se ha convertido en un instrumento de propaganda para un ejecutivo que no es capaz de ver la literatura siquiera como instrumento de propaganda. Hora de cambiar. En su lugar actual o en cualquier otro.
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5 comentarios:
Ya pues, Gustavo. eso de 'patrocinar' la colección de textos de Arévalo suena muy tendencioso de textos. para tal caso, la CASLIT patrocina un montón de libros, conferencias y eventos, incluido en el evento en el que participaste ahí. La sala de los poetas del pueblo ya no existe. Hubo una reestructuración en la exposición permanente hace meses. Bueno, que hay errores los hay, pero lo que cuestionas es la existencia de uno de los pocos espacios abiertos para la literatura en Lima. Porque la institución, así quieras pintarla como que no, acepta muy variadas propuestas. Varias de las 2 mil actividades han sido iniciativas de que no han nacido de la CASLIT sino personas externas que han encontrado ahí un espacio para desarrollarlas. Contra eso, lo demás es palabrería y verdadera propaganda contra una entidad muy positiva para la ciudad.
Es cierto que es importante una reforma estructural en la institución, tanto en lo laboral y académico, pero su cierre definitivo no cabe duda que es un agravio a la cultura y a las pocos puntos de apoyo que tenemos para exponerla. Espero que si se supera la amenaza del cierre, se pueda considerar los problemas que la aquejan. Un saludo.
Ir al meollo, no quedarse en el tema del espacio. Vamos, que no es difícil entenderlo. La demagogia o la simpleza de algunos no tiene límites. O el amiguismo.
El copamiento de un mercado estatal por ciertas publicaciones y autores ha sido el resultado de esta primera etapa del Plan Lector a nivel público. Al respecto, el gasto ya esta hecho. Ahora el Ministerio de Educación debería de evaluar el alcance del Plan Lector y de ese material y propuestas. Las próximas adquisiciones o políticas al respecto deben de tomar eso en cuenta.
2. Hay que escuchar MÁS voces al respecto. Biblioteca Nacional, Consorcio de Colegios Católicos. ¿Que colegios privados han adquirido el material?
3. Que esta alarma por el cambio del local de La Casa de la Literatura no se quede solo en eso, como dice el anterior comentarista.
Total, La Casa de la Literatura no fue cerrada. C Veremos como va este año que viene. Una pregunta. La foto de la vanguardia aprista parece ser de los años 1930. ¿De donde salió?
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