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La relación de Alan García con la promoción de la cultura peruana ha sido siempre peculiar. García es un populista a la antigua, de esos que reconocen en los temas culturales, sobre todo, un valor propagandístico, y se dan cuenta de que la esfera de las artes y las letras en el Perú está tan relegada que los más pequeños favores que reciba del Estado pueden cauterizarla y apaciguarla.
En su primer gobierno, que nada hizo por fomentar la producción cultural peruana o difundirla inteligentemente, García se compró el cariño de la izquierda, y de las juventudes de izquierda, sobre todo, con un recurso fácil: la creación del famoso CICLA, el Consejo de Integración Cultural Latinoamericano, que, pese a llevar nombre de organismo permanente, en verdad era un fantasma que encarnaba sólo para organizar festivales de música a los que acudían, en Lima, todas las estrellas de la llamada "nueva trova" y sus círculos afines.
En su segundo gobierno, cuando ya no dispuso del amor de los músicos de izquierda, y cuando esos músicos había pasado a representar, para él, lo peor del pasatismo en América Latina, García optó por un recurso distinto: la construcción o la habilitación de grandes espacios culturales: teatros, museos, etc., aunque los lineamientos del contenido que cada cual debía albergar fueron mayoritariamente dejados al azar.
De todos esos espacios, el que menor inversión necesitó y el que más activo se ha mostrado en estos años, incluso ahora, es la Casa de la Literatura Peruana, fundada en el edificio de la antigua estación de trenes de Desamparados, justo frente a una esquina posterior de Palacio de Gobierno.
En los mismos años en que esa casa entró en funcionamiento, García y el Congreso de la República aprobaron leyes que son, esencialmente, la destrucción de lo poco que teníamos y la inhabilitación de lo mucho que podríamos tener en materia de enseñanza de la literatura en las escuelas peruanas.
La ley bandera de ese aniquilamiento es el Plan Lector, que deja en manos de editoriales y comerciantes los contenidos de los currículos de lectura en los colegios del Perú, y que, efectivamente, ha convertido en lectura escolar cualquier cosa que los vendedores de libros quieran colocar en los colegios (muchas veces, como sucede con Javier Arévalo y Gustavo Rodríguez, los libros que los mismos vendedores escriben).
Muy pocos escritores (tan pocos que es difícil recordar quiénes) han protestado por esa destrucción de la educación literaria en las escuelas peruanas. Muchísimos, en cambio, se han prestado a ella, animados por el hecho simple de que sus propios libros se han convertido arbitrariamente en lecturas colegiales, alcanzando ventas que nunca antes han tenido.
Y muchos escritores van a protestar por lo que parece ser el inminente cierre de la Casa de la Literatura Peruana, ahora que la Presidencia del Consejo de Ministros está interesada en trasladar sus oficinas al local de Desamparados. Curiosamente, muchos de esos escritores se consideran y se publicitan a sí mismos como enemigos del sistema (Oswaldo Reynoso, por ejemplo, es uno de los caseritos de la Casa de la Literatura).
Siempre quiero ser trasparente, así que aquí va: yo también me presenté ahí una vez. Fui invitado por el Centro de Estudiantes de Literatura de San Marcos y por la Red Literaria Peruana para dar una charla sobre el proceso de escritura de mi novela El anticuario y agradecí mucho la invitación. Me llamó la atención, sin embargo, debo decirlo, la prominencia de los retratos de Luis Alberto Sánchez, la estratégica distribución de los pequeños homenajes a la literatura aprista: era un pequeño santuario para la reescritura de la historia literaria peruana desde la nueva perspectiva oficial.
Imagino que, con el gobierno de Ollanta Humala, que lamentablemente no parece considerar la cultura importante ni siquiera como instrumento de propaganda, esa estrechez partisana, irónicamente, se ha perdido para bien.
El asunto, creo yo, ahora, no es regresar sobre las suspicacias que uno haya tenido en el primer momento. El Perú no es una sociedad en la que los esfuerzos en favor de la difusión cultural puedan ser desestimados y echados al tacho fácilmente, porque escasean y son necesarios. La Casa de la Literatura debería ser puesta en manos de una directiva que esté más allá de las razones momentáneas de cada gobierno y debería trazarse una línea de trabajo que la haga relevante, que la diferencie de cualquier simple "centro cultural".
No está actuando así ahora: hoy es un lugar donde se presentan los grupos de poetas que consigan una de sus salas, no importa si son poetas relevantes o no, y donde se dictan cursillos de creación literaria exactamente iguales a los que se puedan dictar en cualquier otra parte. La Casa de la Literatura Peruana, pese a los esfuerzos de su dirección, no tiene un norte muy definido, no ha reclamado para ella una labor y un campo de labor que la hagan necesaria. Pero no tiene por qué no reclamarlos en el futuro inmediato.
Mi impresión es que debería ponerse en manos de un patronazgo o de un consejo de directores que sean gestores culturales reconocidos, que dibujen una línea de acción, que sea un grupo de personas permanente y en el cual no se acentúe ninguna línea política particular: gente del mundo de la cultura que no sea reemplazada al capricho de cada nuevo gobierno y que construya un proyecto con cierta lógica: no debe ser simplemente un espacio cuyas salas se vayan llenando mes a mes con lo que salte en el camino.
Por cierto, tampoco me estoy refiriendo a formar un consejo de notables elegido según los criterios nacionales más extendidos: eso nos dejaría con una directiva conformada, muy probablemente, por algún mal escritor, un empresario exitoso, una reina de belleza y, por supuesto, inevitablemente, un cocinero.
Si la Casa de la Literatura Peruana quiere ser relevante y no quedar librada al capricho de políticos sin oficina, debe plantearse como uno de sus temas principales, por ejemplo, el que mencioné antes: la pregunta sobre qué hacer con la enseñanza de la literatura en los colegios del Perú. Es inaceptable que el Estado mantenga un espacio consagrado a la literatura y que en ese espacio no se discuta a profundidad el tema más crucial dentro de los que forman la relación entre el Estado, nuestra literatura y nuestra sociedad.
De hecho, la función de una Casa de la Literatura Peruana debería ser poner en relieve explícitamente la importancia de la literatura dentro de la sociedad, pero para eso es necesario que sea administrada desde una idea clara de cuál es esa función. Y la función de la literatura no es bridar al público un cronograma de entretenimientos y de "actividades culturales".
Si, en cambio, la Casa de la Literatura insiste en ser un local para arbitrarios recitales de poesía de quien quiera darlos, cursillos de escritura de quien quiera impartirlos, demostraciones de declamación directamente salidas del siglo diecinueve y funciones de títeres de la compañía que se ofrezca, entonces va a ser muy difícil probar que el Estado necesita invertir dinero en ella y aun más difícil argumentar que esa inversión es redituable, en el sentido cultural y en el sentido intelectual.
Ojo con una cosa: incluso si es cierto que la PCM quiere tomar el local de Desamparados, nadie está hablando en el gobierno de terminar el proyecto de la Casa de la Literatura. Mi consejo para quienes se sienten con ánimo de reclamar es que dejen el asunto del local en un segundo plano y que aprovechen la coyuntura para reclamar por lo central: no dónde sino por qué, para qué y cómo.
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13 comentarios:
Está clara tu postura excepto en la parte de los recitales. ¿Cómo debería organizarse un recital, bajo qué parámetros u omisiones?
Creo que hay una diferencia fundamental entre cómo organiza un recital un centro cultural cualquiera y cómo lo organiza una entidad del estado. El primero querrá atender las necesidades de los grupos de poetas que anden en busca de una tribuna y sin duda también a quiene sienta eséticamente afines. El segundo debe pensar sobre todo en darle su espacio a los mejores poetas, a los que considere necesario poner al alcance de la gente.
"A los mejores poetas"... Ahí obviamente se requiere una normativa y un juicio de valor. A veces he pensado que no estaría mal un espacio que abriera sus puertas, de manera universal, a todo aquel que quiera utilizarlo, cumplidos ciertos mínimos requisitos formales (una solicitud escrita; garantía de que el evento será, en efecto, un recital poético; etc.) No debería ser el rol del estado decidir quienes son "los mejores poetas". Por lo demás, totalmente de acuerdo en que el local es lo de menos; la función y el propósito son lo que cuenta.
¿literatura aprista? y, otra cosa, lo que propone gustavo faverón no son temas que deben de tratarse en espacios académicos, como en el de las universidades. la casa de la literatura trata de albergar a la literatura. nada más. buscando 3 pies al gato. y qué hay del desalojo y muy problable cierra de la casa.
Por su puesto que permanecer en el local tiene importancia. Desalojar, es decir, botarlos, largarlos del local implicaría aceptar que el gobierno y el estado hacen lo que se les da la gana cuando se les da la gana. El local fue elegido para que en él se lleve a cabo la labor de la Casa, y así debe de seguir siendo.
Buena argumentación, pero, vale, que prefieres: Una reorganizacion desde un espacio ya establecido, con una cantidad importante de visitantes y ya referencial, o prefieres empezar de cero (sin local, sin libros, sin gente, sin nada). Me parece perfecto hablar de cambiar politicas, personal u orientacion, pero eso viene acompañado necesariamente de un lugar fisico. Es decir, si yo quiero renovar completanmente mi casa, de nada vale que no tengas el terreno. El punto es que si la sacan de allí, simplemente la desaparecen Gustavo (personalmente creo que el Min de Cultura no tiene ni la gestion ni las ganas de querer comerse el famoso "traslado"). Me parece justo que hables de renovacion, pero el tema de la mudanza es aparte. Si la mudas, desaparece, y alli si perdemos todos: a los que le gusta, y a los que no les gusta la casa de la literatura. ¿Y quien gana? Bueno, Jimenez que se consigue una oficina de lujo.
Jorge, curiosamente la casa cumple ese rol, para mucha gente joven que ha hecho eventos como recitales, conferencias y charlas la Casa solo pide una carta de compromiso donde se dice que se utilizará para X, Y o Z evento y que durará de tal a tal día. No dinero, no amistades, no límites.
El juicio de valor de quiénes son buenos o malos, no importa, porque el espacio siempre existe. Muchas editoriales jóvenes, estudiantes universitarios y escritores que quieren difundir su trabajo lo han hecho (pues bueno no están en en el Cambridge Reader for Latin American Narrative, ¿y?). No sé si me parece el rol del estado sea difundir X, Y o Z autores porque sean los mejores. La casa recibió a MVLL y lo celebró cuando recibió el Nobel pero también a la escritores chimbotanos, que a pesar de que muchos no los conozcan o los aprecien son escritores porque hicieron el mínimo trabajo de ir hablar y reservarla.
En fin, a mi me parece que también es necesaria la contribución realista porque uno bien sabe que ahora no es posible tener un consejo de notables porque así no funciona el estado peruano. Son ideales hermosos pero demuestran que hay una desconexión fuerte con la realidad, el que ha estado día a día en CASLIT conoce los problemas presupuestarios que tienen y que a pesar de estar al servicio del gobierno y tener las manos atadas para presentaciones oficiales y horribles presentaciones dedicadas a la literatura aprista, también buscan servir y crear un espacio con lo poco que tienen.
Sugerir una revolución programática y educativa del rol de la educación y de la literatura es bueno y siempre lo apoyo, pero es iluso decir eso o que mejor no esté, porque si esperamos a que la revolución aparezca estamos jodimos viejo, los cambios tenemos que hacerlos de a pocos nosotros (además, ¿quién apoyará este cambio más allá del podio académico en el trabajo burocrático que implicará? siempre hay complicadas elecciones que hacer, siempre es necesario más allá de notables que no son infalibles nuestra participación y no nuestro dedo acusatorio).
Pregunta existencial: ¿las cartas de recomendación que escribe Bryce para que admitan alumnos en prestigiosos doctorados también serán plagiadas?
Resulta que esos arbitrarios recitales responden a la necesidad de expresarse que no pertenece a un circuito oficial, qe a veces in siquiera tu o yo llamariamos alta cultura, pero que tienen un publico cautivo como cualquier otra expresion cultural y es la sala de presentaciones habitual de la cultura universitaria del centro de Lima. Ademas es aprovechada como local aparente para frecuentes presentaciones de libros de editoriales sin contactos para conseguir locales en Barranco y MIraflores. Tambien es donde se organiza periodicamente un congreso de literatura fantastica y muchos de literaturas regionales, a falta de sala de convenciones apararentes. Es biblioteca publica y ademas las funciones de titeres son de domingo y recuerdo que a menos que querramos invertir en sala de conciertos, ya bastante hace una institucion del Estado. Eso es 20000 veces mas util que cubrir las necesidades de logistica militar que tiene Humala por tener a su numero 1 al lado.
Me recuerda a Dante Castro despotricando contra la Casa de la Literatura Peruana y sus trabajadores hace unos meses (en un grupo llamado Revista Peruana de Literatura), denunciando múltiples errores biográficos e históricos, atacando con saña, crticando en frente de escolares; actitud alabada por algunos de sus pares (varios escritores muy menores, por cierto, como Ricardo Virhuez, a quien se le abrieron las puertas allí innumerables veces, ¿cómo es el ser humano, no?), atacando para darse publicidad por un taller de creación literaria que iba a impartir y para señalar a voz en cuello que existía y necesitaba hacerse notar.
Ya lo habia dicho Thays: "Algo no anda bien en un país que conoce mas a sus cocineros que a sus escritores".
Oh Folklor!
dejen ya de buscar la oficialidad o de oficializar cada mínima muestra cultural. es obvio que faverón hable de oficialidad, él habla desde ahí porque le gusta formar parte ella, le gusta presentarse en "instituciones" de prestigio para exponer su... obra.
Yo creo que el tema del jurado cocinero hay que dejarlo de lado, porque no pintó en la decisión del cuento de las 1000 palabras. Bastaba con ver su twitter en los días del concurso para entender que es una persona extraordinariamente ocupada en sus restaurantes, o viajando, o conferenciando, y no podía tener tiempo, de ninguna manera, para leer siquiera una parte aceptable del cerro de trabajos enviados. Probablemente haya intervenido en una etapa postrera, con finalistas ya establecidos, para que los demás le pasen lo que escogieron y Acurio de su opinión, es decir, preguntarle qué cuento le parecía más bonito, pero nada más. Es algo muy simple de deducir.
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