31.5.12

¿Por qué sería bueno que el mundo terminara el 2012?

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[Publicado originalmente en la revista Soho, hace dos números].

No soy supersticioso. Mi sincero deseo de que el mundo se acabe el año 2012 no responde a una corazonada ni tiene nada que ver con predicciones atribuidas a los antiguos mayas. Proviene, más bien, de una serie de lecturas concretas. He leído, por ejemplo, el libro Temple at the Center of Time, de David Flynn, historiador aficionado que, partiendo de ciertos manuscritos de Isaac Newton, predice que el fin del mundo llegará en el año 2013. Newton, que al final de sus días estaba más interesado en el juicio final que en la gravitación universal, predijo que la cosa sería el 2060, pero Flynn le enmienda la plana con una profusión de datos en los que no vale la pena dudar.

He revisado también, en el website de CNN, en el que deposito ciegamente toda mi fe, un cable de Reuters, fechado el 2 de setiembre del 2003, en que se informa que un equipo de astrónomos británicos ha anunciado la catastrófica colisión de un asteroide con nuestro planeta para mediados del año 2014. También he consultado el volumen Armageddon 2015, de David Walters, donde se pronostica, sobre la base del Libro de las Revelaciones de la Biblia, que Cristo volverá a la tierra el año 2015, y que, con su regreso, se marcará el final de los tiempos. 2013, 2014, 2015. Me he encontrado con avisos semejantes que predicen el apocalipsis para los años 2016, 2017 y 2018, pero les ahorraré el susto de leerlos aquí. No he pasado de esa fecha porque tengo un sentido sumamente modesto del futuro: soy lo que se llama un cortoplacista.

Podría decir que deseo que el mundo acabe el 2012 para no tener que vivir en vilo todo el 2013, año evidentemente signado por la mala suerte, pero prefiero sustentar mi deseo en dos motivos más tangibles. El primero es que un fin del mundo inmediato nos salvaría de todos esos otros apocalipsis, que son una carga demasiado pesada para un mundo tan frágil como el nuestro. El segundo motivo es más provinciano y localista, más estrictamente nacional: el fin del mundo empezó en el Perú hace años y sus próximos episodios —considerando, como lo haría el viejo Marx, que la historia no se repite, pero que, cuando lo hace, lo hace de manera grotesca— no pueden ser sino caricaturescos y no poco degradantes.

Me explico. Tengo la absoluta convicción de que, de no ponerle un punto final a la historia lo antes posible —en un sentido literal y no en el sentido timorato de Fukuyama y compañía—, durante las próximas tres décadas el Perú elegirá democráticamente, como presidentes constitucionales, a Alan García (dos veces), a Keiko Fujimori (dos veces), a Kenji Fujimori (una vez, porque hasta la curva del Armagedón tiene que combarse en algún punto), probablemente a Alejandro Toledo (aunque quizás haya sido demasiado bueno para merecer otra oportunidad) e incluso a Belaunde (sí: me refiero a Fernando Belaunde; sí, entiendo todo lo que eso implica). Además, estoy convencido de que, durante cada uno de esos regímenes, Antauro Humala intentará un golpe de estado, y sé que por lo menos una vez tendrá éxito. ¿Por qué sé todo esto? Porque también he leído el Apocalipsis de San Juan, y, caballos más caballos menos, creo que nuestra historia está escrita en esas páginas.

O quizás en el último párrafo de “La muerte y la brújula”, el cuento de Borges, donde la víctima de un asesinato inminente le da consejos a su victimario para la próxima vez que lo mate: nuestra historia reciente me deja esa impresión de suicidio deseado, de asesinato con colaboración del muerto. Y creo que antes que seguir en esa espiral de paulatinas descomposiciones, bien podríamos optar por la salida rápida de desaparecer de una vez por todas. Después de todo, en el Perú ha habido un solo profeta verdadero, César Vallejo, y él escribió que “esta dicha tan desgraciada de durar” algún día “se acabará violentamente”.
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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Te lo dije.

Potro de Atila dijo...

¡Hildebrant presidente!

reici dijo...

qué sucede si sólo se trata de tu apocalipsis, para otros puede ser la depuración, el cambio, no eres muy maniqueo?