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En 1969, en su libro La nueva novela hispanoamericana, Carlos Fuentes se encargó de poner en blanco y negro lo que la mayor parte de los autores del Boom pensaba acerca de su propia relevancia en la historia de la literatura de América Latina: Fuentes afirmó que con él y sus contemporáneos se refundaba la narrativa de la región, que con ellos empezaba la verdadera modernidad en nuestras letras. Las excepciones, autores como Borges, Onetti o Carpentier, eran asimilados al grupo como antecedentes. El gesto era de una arrogancia suprema: desconocía cualquier relevancia a la novela latinoamericana del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Implicaba una reescritura de la historia.
Uno puede execrar esa arrogancia. Pero, al mismo tiempo, es casi imposible suponer que, sin ella, hubieran podido escribirse muchas de las novelas de Fuentes y las novelas del Boom en general. Vargas Llosa hablaba de intentar “la novela total”. Se decía que García Márquez había asesinado y suplantado a Dios. Fuentes proyectaba fundir mito e historia en una nueva forma de relato, y se saltaba a la garrocha la literatura mexicana para presentarse como hijo directo de Joyce, de James, cuando no de Shakespeare y Cervantes (reconocía, sí, la impronta teórica de Paz detrás suyo, el esfuerzo casi sobrehumano de Rulfo). Así como Poe había escrito un ensayo dedicado a considerar la sutileza técnica de su propio poema “El cuervo”, Fuentes escribió (en inglés) un largo artículo con el objetivo de descubrir los innumerables niveles de sentido encerrados en su novela corta Aura.
Eligió bien: es posible que Aura, ese relato fantasmal, insólito, grotesco, sobre la inconsciencia y el anacronismo de la vieja aristocracia mexicana, una nouvelle deslumbrante de inagotable interpretación, sea el texto más brillante de su obra, un relato que Borges hubiera podido llamar (pero no llamó) “perfecto”. Sus grandes novelas históricas, o de aliento histórico, o mítico-histórico (La muerte de Artemio Cruz, La región más transparente), parecen a veces baldadas por la intención de ser alegorías, y acaso, curiosamente, la distancia que crece hoy entre ellas y nosotros sea consecuencia de la misma intención de modernidad que Fuentes creía su mérito mayor: hoy, seducidos por la postmodernidad, somos menos tolerantes con la inclinación de un novelista a presentarse como el taumaturgo que inventa un universo ficcional en el que están contenidas todas las respuestas a los misterios del universo real. Pero la rueda del tiempo dará una vuelta más, tarde o temprano, y acaso en el futuro volvamos a leer esos libros como túneles excavados hacia verdades trascendentes. Túneles suntuosos y laberínticos, proyectados por la mano de un escritor que muchas veces fue notable.
(Publicado originalmente hace dos días en la revista Siete)
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6 comentarios:
¡Es excelente tener fe en la novela! Seguramente, en un futuro, el destino y los hijos de la gran literatura nos daran a leer verdades en ficciones interminables en su complejidad y sensibilidad, en su gran arte de narrar una historia. Sólo queda esperar y se puede hacer una contribución mucho mejor.
No sé si Aura señale el anacronismo de la aristocracia mexicana, no encuentro ese sentido, pero sí es magnífico, con su segunda persona y la extraña obsesión de todos. Es normal que los asesinos de dioses suelan no matarlos nunca. La verdad es que nunca lo consiguieron: todo quedo en intenciones y, a lo mucho, que no es poco, puede leerse esas obras como grandes retratos del hombre y la vida. Yo leo La región y Me parece que pudo haber sido escrita hace unos días, otras cosas no... Fuentes tenía la rara capacidad de volver míticos a sus personajes. En fin: querer inventar un mundo ficcional ya se parece mucho a lo de Fuentes, pero nosotros no lo hacemos con la misma arrogancia, porque no queremos, en el fondo, desdeñarlos. No hace falta esperar. uno tiene los necesarios abismos para que sus obras caigan por casualidad...
Hola Gustavo:
Leí Aura hace ya tantos años que apenas la recuerdo, aunque dejó una grata impresión en mí.
Después leí de Fuentes Instinto de Inez, libro del que habló muy bien (lo leí en un suplemento cultural) Milan Kundera, y lo usaba para reinvindicar lo fantástico en la literatura. Pero este libro me gustó menos. Aunque me alegra tener su primera edición de 2001, firmada por Fuentes, y recordar que gracias a esta novela pude cambiar 4 palabras con el autor en la feria del libro de Madrid de 2001.
LLevo tiempo con ganas de leer La región más transparente y La muerte de Artemio Cruz.
Has escrito una entrada muy sensata sobre el boom y Fuentes, que me ha gustado leer.
Un saludo desde Madrid
David Pérez
Hola Gustavo:
Leí Aura hace ya tanto tiempo que apenas la recuerdo, pero dejó una grata impresión en mí.
Después leí Instinto de Inez, libro que recomendó (lo leí en un suplemento cultural) Milan Kundera para reivindicar lo fantástico en la literatura, y este libro ya me gustó menos.
Sin embargo me alegra pensar ahora que tengo su primera edición firmada por Fuentes y que gracias a él pude cambiar 4 palabras con el autor en la feria del libro de 2001.
Me apetece leer La región más transparente y La muerte de Artemio Cruz.
Has escrito un artículo bastante sensato sobre Fuentes y el boom, y me ha gustado leerlo.
Un saludo desde Madrid.
David Pérez
Sería interesante leer algo sobre la relación (o no relación) entre Fuentes y Bolaño, sobre porqué el primero decía que no había leído al segundo. La mayoría de la obra de Fuentes se va haciendo vieja, veremos cuánto dura la de Bolaño. Miguel Torres.
¡Qué tales cortinas de humo las de la dupla periodística Yrigoyen-Pimentel de NMM! Que Kina, que la selección de fútbol, que esto y que lo otro. ¿Y sobre el último bodrio del "tío" Tulio Mora? Nada de nada. Muy penoso.
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