Todo pensamiento político implica un pensamiento estético. Eso no quiere decir que toda ideología política genere arte o produzca una concepción del arte. Quiere decir, más bien, que todo proyecto político implica modelar una sociedad, modelarla físicamene, darle una cierta forma, es decir un ordenamiento, del modo en que un artista confiere orden, estructura y forma a su material, y esa acción es estética.
El fascismo en todas sus variantes, incluidos el fascismo de Mussolini y el nazismo, llevaron esa idea más lejos. Si bien Robespierre siglos antes, había comparado al artista con quien ejerce un poder político, por las razones anteriores, había dicho, también, que el artista podía ser enteramente pasional para construir su obra, pero el político no: el político debía liberarse de pasiones para ordenar según la razon. Hitler pensaba, en cambio, que el artista no sólo debía ser pasional sino algo más: "la única forma de ser un verdadero artista es ser fanático". Mussolini, también, incluso antes, sostenía que el artísta y el político se asemejaban porque la relación que sostenían con sus materiales (el material del político era el pueblo, así como la piedra lo era para el escultor) debía ser siempre pasional y extrema.
Los nazis estaban dirigidos por artistas y humanistas. Hitler había vivido muchos años de su trabajo como pintor. Himmler fundaba sociedades de historiadores y arqueólogos y era padrino y protector de innumerables escritores de índole esotérica y ocultista. Goebbles era un doctor en literatura de Heidelberg, autor de una novela (pésima), dos obras teatrales (que jamás fueron representadas, ni siquiera cuando él se convirtió en el árbitro de todas las artes alemanas) e infinitos poemas románticos que parecían escritos un siglo antes. El arte puede ser perverso en toda la línea y no necesariamente nos salva de la perdición ni del mal. El mal arte y los malos artistas pueden enseñarnos el mal y la perversidad.
Hitler pensaba en sí mismo como un artista, hasta el final de sus días, y estaba seguro de que haber pasado de las acuarelas a la jefatura del Reich le había dado, antes que otra cosa, un lienzo más grande sobre el cual pintar sus fantasías. La dictadura era un arte mayor, la más poderosa de todas porque trabajaba con seres humanos de carne y hueso. Las largas filas de soldados alemanes en los desfiles multitudinarios del nazimo y las pilas de cadáveres emaciados y momificados en vida en los campos de concentración eran dos estancias de esa obra que él estaba construyendo, como quien esculpe una pieza monumental a la que quiere darle el tamaño del mundo entero.
Usaba a los escritores como propagandistas y guionistas de sus farsas públicas, a los arquitectos como coreógrafos, a los cineastas como los cantores épicos de su obra: el Reich era su imposible pieza de arte total, hecha con todas las artes desbordadas, fanáticamente agigantadas, hasta abarcarlo todo. Suena banal llamar a Hitler un artista del mal, Era, mucho más terriblemente, un mal artista, uno que nunca supo que en toda historia representada, en toda ficción, los caracteres necesitan una vida propia, una voluntad propia, una naturaleza propia y una individualidad. El fascismo, al olvidar eso, olvidarlo siempre, de manera constante, sólo puede producir arte perverso y arte de ínfimo valor.
Las fotografías con las que ilustro este post las he emparejado yo mismo, guiado por mi memoria y la intuición de que Hitler también se modeló a sí mismo como un personaje derivativo, imitativo, poco original: cada gesto suyo, creo, provenía de una imagen ya vista, era un plagio: la asombrosa teatralidad que desplegaba en sus discursos era la copia del estilo dramático de los actores alemanes del expresionismo, a pesar de que muchos expresionistas fueron perseguidos, encerrados o asesinados durante el régimen nazi. Los dictadores son así, sobre todo los fascistas: en su delirio se creen artistas y copian el arte anterior, pero al mismo tiempo lo persiguen porque quieren suplantarlo. Porque un artista de verdad no puede ser un fanático, como alucinaban Hitler y Mussolini, sino un ser racional, dispuesto a inventar un orden soñado para el mundo, o un orden paralelo, o un orden que permita intuir la raíz del caos en el mundo, pero nunca dispuesto a imponerlo sobre el mundo, nunca dispuesto a aplastar al mundo con ese orden.
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4 comentarios:
“El mal arte y los malos artistas pueden enseñarnos el mal y la perversidad”. Esto no excluye por cierto que el buen arte y los buenos artistas puedan hacer lo mismo y los ejemplos ilustrativos no escasean. Lo que dices sobre la cultura de los jerarcas nazis, me hace acordar de dos cosas contrapuestas; muchos dicen con lengua suelta e irresponsable, quizás con odio teledirigido y contrariamente a lo que aquí comentas, que los nazis eran unos ignorantes salvajes (un poco más de cálculo o suerte y hubiesen ganado la guerra que sostuvieron contra el mundo, con el solo avión a reacción habrían volteado la torta). Pero un hombre maravilloso y genial como (el judío) George Steiner, asegura con sabia convicción y compacta sabiduría que (el nazi) Heidegger ha sido el más grande pensador de todos los tiempos. También cuenta Steiner que su anécdota favorita es lo que decía un profesor antisemita, consejero de Hitler: todo judío al leer un libro tiene lápiz y papel en la mano, y toma notas con la honda creencia de que él puede escribir un libro mejor. Este profe no era tan lerdo que digamos.
Si te he parecido filonazi, entonces has dado una demostración más de las innumerables que hay y habrán, de que las personas inteligentes (tú) suelen ser a veces algo estúpidas (tú también). Aquí te doy, en caso no las conozcas, tres admirabilísimas conferencias del maestro Steiner:
http://www.diffusion.ens.fr/index.php?res=conf&idconf=2807
Seguiré leyendo tu blog.
Interesante reflexion. que no acaba en Hitler y en Alemania sino que tambien incluye Farcia y el pápel de los intelectuales. Acabo de terminar de leer una historia del Paris ocupado por los nazis. And the show must go on: Cultural life in nazi-occupied Paris. Segun el autor, Alan Riding, Francia, un pais con una poblacion educada, amante de las teorias.... un campo fertil para una colaboracion, ambiguedad pero tambien rechazo de los intelectuales al nazismo y fascismo.
Celine, un grande de la literatura francesa, fue rabiosamente antisemita y fue declarado “desgracia nacional” (lo que indirectamente proclamaba su importancia) por los vencedores en la inmediata posguerra.
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