(Mi artículo de esta semana en Velaverde)
Eliane Karp llega al Congreso de la República y llueven los silbidos. Uno diría que son las pifias de sus rivales políticos, pero no: son los chillidos de los padres de la patria, aparentemente incapaces de contener su admiración por la pelirroja primera dama de unos años atrás. Admiración rara, porque, cuando la interrogan, le objetan el acento, las erres arrastradas que le vienen del francés, le hacen notar que ella no es de acá, que es una extranjera. Pero cuando se quita el saco para estar más cómoda, los congresistas duplican los gemiditos idiotas, sueltan otra silbatina. Uno pensaría que son obreros de construcción civil acosando a una transeúnte (experiencia que toda mujer peruana ha sufrido alguna vez y que no le será ajena a la señora Karp, que también es mujer y también es peruana). ¿Dije obreros de construcción civil? Error. Nuestro Congreso no se distingue ni por obrero ni por constructivo ni por civil. Sí se distingue por animal y burdelero, en cambio, y esta semana nos entregó esa prueba en bandeja. También se distingue por machista, misógino y vulgar. Aunque tal vez sea un error decir que eso lo distingue: en eso, los padres de la patria han salido a su hija: nuestra patria es machista, misógina y vulgar, aunque nos duela aceptarlo.
Una entidad con muchos fines de lucro organiza todos los años un evento llamado Social Day Perú (auspiciado, oh maravilla, por Marca Perú). En él, luego de las deliberaciones de un concienzudo jurado, se entregan premios en diversas categorías. Con frecuencia, esos reconocimientos los reciben blogs y páginas de redes sociales que cumplen una labor eficaz y edificante en el ciberespacio. Este año, en la categoría de entretenimiento, el premio le fue otorgado a un colectivo que opera bajo el nombre común de Macho Peruano Que Se Respeta. ¿En qué consiste su labor? Básicamente, estos orangutanes han pasado varios años reuniendo y republicando fotografías, dibujos, imágenes digitales, tiras cómicas, textos y memes que circulan por internet. No recogen cualquier cosa: se especializan en unos cuantos temas que repiten con tal asiduidad que parecen responder a una obsesión: la misoginia y la homofobia. Ustedes dirán: ah, son activistas que luchan contra la marginación de los homosexuales y el desprecio a la mujer. No precisamente (si así fuera, no los llamaría orangutanes). Más bien, son individuos que trabajan activamente para agravar la marginación de los homosexuales y el desprecio a la mujer. No es un misterio. Basta con dar una mirada rápida a sus páginas: lo que uno encuentra son imágenes y comentarios que fomentan la idea de que la homosexualidad es una tara, una enfermedad o una mancha y promueven, de paso, el principio básico de la misoginia: que la mujer es un objeto manipulable, secundario, hecho para el placer, que la violación es un juego, que asaltar a una mujer o tener relaciones sexuales con ella contra su voluntad es una actividad divertida, digna de celebración.
Hace un tiempo, un canal de televisión hizo un informe sobre Macho Peruano Que Se Respeta. No fue una denuncia, sino una especie de homenaje. Entre los expertos que declararon para ese reportaje estaba, cómo no, el único internetólogo omnisciente del ciberburdel nacional, el periodista Marco Sifuentes. ¿Su opinión? Que estos chicos eran gente muy ingeniosa e irónica, dueños de una gran preocupación social e impulsados por un interés fresco y renovador en nuestros asuntos políticos. Cuando recibieron el premio, y de inmediato comenzaron las obvias protestas de todos los cibernautas nacionales con dos dedos o más de frente, Sifuentes declaró, en menos de ciento cuarenta caracteres, que él en verdad había opinado sobre ellos sin conocer lo que hacían. Ah, pues, dirá el sufrido lector: mejor te hubieras callado la boca, ¿no? Sí, pues. Lo que pasa es que callarse la boca es una actividad particularmente difícil para quienes viven de abrirla cada vez que les piden que la abra, no importa para qué. Pero hay más: una mano traviesa hurgó en el blog del propio Sifuentes y encontró que, en el año 2006, ahorita nomás, él mismo había festejado y promovido —verdadero precursor de los orangutanes de hoy— la “celebración urgente” (esas fueron sus palabras) del Día Internacional de Agarrar Nalga. El texto ajeno que Sifuentes promovía decía, literalmente, “puedes agarrarle la nalga a cualquiera q tú quieras. Pasa este mensaje”. Y él, sonrisa en los labios, lo pasó. En uno de los blogs más leídos del Perú. Y añadió un mensaje adicional: “Parece una iniciativa peruana… Aprovechémosla”. Nunca sabremos cómo la aprovechó él, pero sí sabemos una cosa: por cada hombre que la aprovechó, hubo una peatona violentada por enésima vez en las calles del Perú.
También esta semana, el congresista más votado del país, Kenji Fujimori, recurriendo al mismo vehículo que usó Sifuentes para lavarse las manos —el multifacético Twitter—, escribió un mensaje deliciosamente imbécil: “[la] histeria solo puede atribuirse a la mujer porque viene de hister (clítoris)”. La única vez en su caricaturesca carrera política en que este hombre ha querido apoyarse en la ciencia para decir algo, lo que ha dicho es una tontería doble (la histeria dejó de considerarse un desequilibrio femenino hace un siglo; “hystera” es útero, no clítoris). Y además nos ha dado una grosera demostración de misoginia: la idea de que existe una cierta clase de locura que viene con la mujer, que es parte de la mujer, que está en ella esperando a estallar en cualquier momento. Estas mujeres, estas histéricas. ¿Por qué no son sobrias y serenas y reflexivas como nosotros los hombres? Pobre Kenji: hay que recordar que es el hijo del sujeto que ordenó que cientos de miles de mujeres peruanas fueran esterilizadas contra su voluntad. El hijo del tipo que mandaba a torturar a su esposa para disuadirla de ser un obstáculo en su carrera política. Pero también hay que pensar en lo que dije antes: Kenji Fujimori es el congresista más votado del parlamento peruano. ¿Qué nos pasa? ¿Qué récord estamos tratando de romper?
Eliane Karp llega al Congreso de la República y llueven los silbidos. Uno diría que son las pifias de sus rivales políticos, pero no: son los chillidos de los padres de la patria, aparentemente incapaces de contener su admiración por la pelirroja primera dama de unos años atrás. Admiración rara, porque, cuando la interrogan, le objetan el acento, las erres arrastradas que le vienen del francés, le hacen notar que ella no es de acá, que es una extranjera. Pero cuando se quita el saco para estar más cómoda, los congresistas duplican los gemiditos idiotas, sueltan otra silbatina. Uno pensaría que son obreros de construcción civil acosando a una transeúnte (experiencia que toda mujer peruana ha sufrido alguna vez y que no le será ajena a la señora Karp, que también es mujer y también es peruana). ¿Dije obreros de construcción civil? Error. Nuestro Congreso no se distingue ni por obrero ni por constructivo ni por civil. Sí se distingue por animal y burdelero, en cambio, y esta semana nos entregó esa prueba en bandeja. También se distingue por machista, misógino y vulgar. Aunque tal vez sea un error decir que eso lo distingue: en eso, los padres de la patria han salido a su hija: nuestra patria es machista, misógina y vulgar, aunque nos duela aceptarlo.
Una entidad con muchos fines de lucro organiza todos los años un evento llamado Social Day Perú (auspiciado, oh maravilla, por Marca Perú). En él, luego de las deliberaciones de un concienzudo jurado, se entregan premios en diversas categorías. Con frecuencia, esos reconocimientos los reciben blogs y páginas de redes sociales que cumplen una labor eficaz y edificante en el ciberespacio. Este año, en la categoría de entretenimiento, el premio le fue otorgado a un colectivo que opera bajo el nombre común de Macho Peruano Que Se Respeta. ¿En qué consiste su labor? Básicamente, estos orangutanes han pasado varios años reuniendo y republicando fotografías, dibujos, imágenes digitales, tiras cómicas, textos y memes que circulan por internet. No recogen cualquier cosa: se especializan en unos cuantos temas que repiten con tal asiduidad que parecen responder a una obsesión: la misoginia y la homofobia. Ustedes dirán: ah, son activistas que luchan contra la marginación de los homosexuales y el desprecio a la mujer. No precisamente (si así fuera, no los llamaría orangutanes). Más bien, son individuos que trabajan activamente para agravar la marginación de los homosexuales y el desprecio a la mujer. No es un misterio. Basta con dar una mirada rápida a sus páginas: lo que uno encuentra son imágenes y comentarios que fomentan la idea de que la homosexualidad es una tara, una enfermedad o una mancha y promueven, de paso, el principio básico de la misoginia: que la mujer es un objeto manipulable, secundario, hecho para el placer, que la violación es un juego, que asaltar a una mujer o tener relaciones sexuales con ella contra su voluntad es una actividad divertida, digna de celebración.
Hace un tiempo, un canal de televisión hizo un informe sobre Macho Peruano Que Se Respeta. No fue una denuncia, sino una especie de homenaje. Entre los expertos que declararon para ese reportaje estaba, cómo no, el único internetólogo omnisciente del ciberburdel nacional, el periodista Marco Sifuentes. ¿Su opinión? Que estos chicos eran gente muy ingeniosa e irónica, dueños de una gran preocupación social e impulsados por un interés fresco y renovador en nuestros asuntos políticos. Cuando recibieron el premio, y de inmediato comenzaron las obvias protestas de todos los cibernautas nacionales con dos dedos o más de frente, Sifuentes declaró, en menos de ciento cuarenta caracteres, que él en verdad había opinado sobre ellos sin conocer lo que hacían. Ah, pues, dirá el sufrido lector: mejor te hubieras callado la boca, ¿no? Sí, pues. Lo que pasa es que callarse la boca es una actividad particularmente difícil para quienes viven de abrirla cada vez que les piden que la abra, no importa para qué. Pero hay más: una mano traviesa hurgó en el blog del propio Sifuentes y encontró que, en el año 2006, ahorita nomás, él mismo había festejado y promovido —verdadero precursor de los orangutanes de hoy— la “celebración urgente” (esas fueron sus palabras) del Día Internacional de Agarrar Nalga. El texto ajeno que Sifuentes promovía decía, literalmente, “puedes agarrarle la nalga a cualquiera q tú quieras. Pasa este mensaje”. Y él, sonrisa en los labios, lo pasó. En uno de los blogs más leídos del Perú. Y añadió un mensaje adicional: “Parece una iniciativa peruana… Aprovechémosla”. Nunca sabremos cómo la aprovechó él, pero sí sabemos una cosa: por cada hombre que la aprovechó, hubo una peatona violentada por enésima vez en las calles del Perú.
También esta semana, el congresista más votado del país, Kenji Fujimori, recurriendo al mismo vehículo que usó Sifuentes para lavarse las manos —el multifacético Twitter—, escribió un mensaje deliciosamente imbécil: “[la] histeria solo puede atribuirse a la mujer porque viene de hister (clítoris)”. La única vez en su caricaturesca carrera política en que este hombre ha querido apoyarse en la ciencia para decir algo, lo que ha dicho es una tontería doble (la histeria dejó de considerarse un desequilibrio femenino hace un siglo; “hystera” es útero, no clítoris). Y además nos ha dado una grosera demostración de misoginia: la idea de que existe una cierta clase de locura que viene con la mujer, que es parte de la mujer, que está en ella esperando a estallar en cualquier momento. Estas mujeres, estas histéricas. ¿Por qué no son sobrias y serenas y reflexivas como nosotros los hombres? Pobre Kenji: hay que recordar que es el hijo del sujeto que ordenó que cientos de miles de mujeres peruanas fueran esterilizadas contra su voluntad. El hijo del tipo que mandaba a torturar a su esposa para disuadirla de ser un obstáculo en su carrera política. Pero también hay que pensar en lo que dije antes: Kenji Fujimori es el congresista más votado del parlamento peruano. ¿Qué nos pasa? ¿Qué récord estamos tratando de romper?