21.9.12

La última rueda del coche

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Supongo que en una sociedad como la nuestra, en la que todo valor se mide en dinero y el éxito solo es éxito si puede transformarse en franquicia, no está de más, aunque sea por un momento, aunque sea solo estratégicamente, traducir las cosas a ese lenguaje para hablar de la educación. Este artículo de Teresa Tovar Samanez es un buen punto de partida.

En el Perú, el sueldo de un maestro es poco más de un tercio que en Chile, poco menos de un tercio que en Brasil, la cuarta parte que en México, la quinta parte que en Colombia, la sexta parte que en Argentina. El hecho de que nadie parezca dispuesto a alterar esa realidad, incluso ahora que el Estado tiene 14 mil millones de soles de superávit, como recuerda Tovar, indica que consideramos justo pagar a nuestros maestros mucho menos que en esos otros países de la región. Cuando un maestro cruza la frontera peruana, su estatus se devalúa en esas proporciones.

Tomando los datos del mismo Ministerio de Trabajo, si un maestro peruano quiere triplicar sus ingresos, le basta con dejar la escuela y buscar trabajo como cargador en el aeropuerto o como obrero de construcción civil. Si quiere cuadruplicarlos, puede dedicarse a electricista, gasfitero o albañil. Si quiere multiplicarlos por seis, le bastará con encontrar trabajo como afiliador para una empresa de seguros.

Esto que digo no es una simple fantasía irónica: es perfectamente posible que en el Perú mucha gente opte, en efecto, por abandonar una carrera en la educación para dedicarse a cualquiera de esos otros trabajos. El punto es simple: ¿cuál es la visión de país que tenemos cuando estamos dispuestos a aceptar que la persona que nos pinta la pared, la que nos instala una lámpara y la que tarrajea el muro del jardín obtengan una recompensa mayor que la persona que educa a nuestros hijos?

No es una pregunta retórica ni una pregunta demagógica. El país parece imbuido de una admiración sin límites por los empresarios exitosos, pero sólo entiende el éxito como una cosa que se consigue de inmediato y que pone los libros en azul instantáneamente (esos son los únicos libros que interesan): la inversión en educación ninguno de nuestros gobiernos la ha entendido ni como cosa urgente ni como plan a mediano o largo plazo, probablemente porque sus frutos no se traducen en largas colas ante un kiosko en el Campo de Marte.

Lo que el Estado peruano invierte en los sueldos de los maestros es el mínimo indispensable para asegurarse de que algunas personas con alma de sacrificadas y algunas personas sin la formación suficiente para desempeñarse en nada más acepten pararse junto a una pizarra y hacer la finta de que están echando a rodar los engranajes del sistema educativo. Es un saludo a la bandera.

En la práctica, el mensaje del Estado a quienes quieran ser maestros es clarísimo: no vale la pena que estudies educación, no vale la pena ser maestro, no es un trabajo crucial, no es un trabajo que nos preocupe o que merezca nuestro respeto. Es un trabajo que toma años de formación pero las horas y el dinero que inviertas en esa formación no los recuperarás porque no nos interesa que los recuperes, y mucho menos que puedas hacer una vida digna en esa profesión. Mejor, dedícate a cualquier otra cosa.

Y el mensaje para los escolares es aun más transparente: esa persona que intenta enseñarte cosas, que intenta darte información y fomentar tus hábitos intelectuales, esa persona que durante toda tu infancia y tu adolescencia vas a identificar con el conocimiento y el aprendizaje, es la última rueda del coche, porque el conocimiento y el aprendizaje son la última rueda del coche. Marca Perú, le dicen.

Durante la década de los setenta, las escuelas rurales ayacuchanas se convirtieron en uno de los nudos articulatorios de Sendero Luminoso. Entre los primeros "cuadros" del PC-SL estuvieron esos maestros y sus estudiantes. También los primeros que ofrecieron resistencia a la expansión de las ideas criminales del senderismo estuvieron, lógicamente, allí, entre profesores y estudiantes.

Habría sido tan distinto si ese sistema escolar hubiera sido realmente funcional, si el Estado lo hubiera protegido y optimizado, si hubiera formado correctamente a esos maestros, si hubiera hecho de los maestros una parte crucial de su propio aparato en vez de dejarlos a la deriva, expuestos al fanatismo y su influencia, marginados de cualquier cosa que pareciera un proyecto de país. Pero no permitamos que la experiencia nos enseñe (no permitamos que nada ni nadie nos enseñe cosa alguna). Al fin y al cabo, ¿qué cosa podría salir mal? ¿No es cierto?

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4 comentarios:

Carlos M. dijo...

Gracias Gustavo por este artículo, hoy que todos los días escuchamos del SUTEP y otras organizaciones; pero realmente si nos ponemos a pensar en lo que gana un maestro y cómo puede desarrollarse con ese salario (como persona y como profesional), hay que ser muy valiente para decidirse por ser maestro en nuestro país.
Yo ya salí del colegio hace casi 20años y te puedo decir que a mis maestros del colegio, (con sus virtudes y defectos), siempre los recuerdo con cariño e incluso cuando los he vuelto a ver los saludo con mucho afecto porque conociendo lo que pasan y lo poco reconocidos que son, ellos siempre tienen hacia uno un cariño grande.

Enrique Prochazka dijo...

Hola Gustavo. No voy a discutir la justicia y justeza, en general, de tu post, en especial de la última parte. Solo quiero agregar unos datos que Teresa parece no haber tenido interés en resaltar. Según los estudios y encuestas disponibles -pienso en los de Hugo Díaz, o el BID- y también declaraciones propias de los maestros CONARE en huelga, casi el cien por ciento de los maestros públicos tiene otra fuente de ingresos. A menudo esa otra, u otras, constituye su fuente principal de ingresos. De otra amnera no se explicaría que la migración a otras carreras u oficios que imaginas en tu post no se haya producido ya. Lo que sucede, naturalmente, es que ni el colocador de seguros ni el carpintero ni el empleado bancario tienen estabilidad laboral absoluta. La ley del profesorado contituye un pequeño estado de bienestar acotado a los maestros, que en importante proporción se mantienen en el magisterio con el fin de contar con esa red de protección -que, en justicia rawlsiana, debería ser extensiva a los demás trabajadores: pero no sucede así. Dos datos más sobre el sueldo magisterial: uno, Toledo duplicó el sueldo de los maestros a cambio de nada. Dos, Fujimori, en su primer gobierno, también duplicó el sueldo de los maestros -en ese caso, a cambio del silencio del sindicato.
Cuánto debe ganar un maestro, en efecto? Lo que valgan su capacidades, supongo: como en otras cosas que hace la gente, si descontamos celebrities. Pero es distinto un hombre capacitado que un hombre capaz.
E

Anónimo dijo...

Esos numeros son indignantes y deberian hacer que la gente apoye mas a los sindicatos de profesores en sus reclamos por una mejora salarial y por que los profesores reciban un entrenamiento adecuado para ejercer sus funciones.
El dato que aporta Prochazka solo ayuda a confirmar el porque el nivel es tan bajo ahora, si los profesores tienen que tener 2 o 3 empleos ademas de la ensenanza para sobrevivir, es obvio que no van ha tener tiempo de preparase para sus clases.
Frente a esta realidad, en vez de solidaridad, lo que se ven en los medios incluso aqui es una demonizacion de los profesores y sus sindicatos, es cierto que se les debe cobrar por resultados pero tambien se debe exigir que el Estado invierta adecuadamente en educacion, lo que empieza por aumentar los sueldos y mejorar la calidad de la educacion para los profesores en vez de considerarlos unos vagos ("Toledo duplicó el sueldo de los maestros a cambio de nada")o aprovechados ("La ley del profesorado contituye un pequeño estado de bienestar acotado")como parecer insinuar Prochazka y es repetido en muchos diarios.

Anónimo dijo...

http://sophimania.pe/2012/10/09/finlandia-pais-numero-uno-en-educacion-en-europa/