27.7.14

Una fantasía banal

El problema con Oswaldo Reynoso no es que sea un buen o un mal escritor: es un escritor mediano que parece grande porque se ha convertido en talismán de mediocres (hasta Beto Ortiz es su admirador). Se ha rodeado de un aura de notable que no proviene de su talento sino de esa triste finta de intelectualidad radical que es su coqueteo perenne con Sendero Luminoso. En los últimos tiempos ya no le basta con posar ambiguamente como fan de Abimael Guzmán; ahora se describe como una especie de padre o abuelo o hermano mayor o profeta de Sendero Luminoso. En esta mesa de la Feria del Libro de Lima, pueden verlo construir esa imagen: primero menciona al "joven profesor de filosofía Abimael Guzmán Reynoso" entre los notables intelectuales que convirtieron a la Universidad de Huamanga, en los años sesenta, en un "verdadero centro de cultura". Después, obviamente, se coloca a sí mismo en la lista de esos intelectuales. Después habla de cuando dejó esa universidad y de lo que él dice haber declarado en la ceremonia de despedida: "Y yo dije el año 64 o 65, aquí en esta universidad los profesores prácticamente hemos preparado una bomba molotov. A través de la cultura, a través de la poesía, hemos abierto la mente de estos jóvenes. No faltará alguien que prenda la mecha". O sea, Abimael Guzmán y Sendero Luminoso son continuadores de la obra de Oswaldo Reynoso. Claro, lo bueno es que en esa figura Reynoso ya no puede ser acusado de hacer apología del terrorismo. A lo sumo se le puede acusar por la patética banalidad de sus fantasías: un tipo que se vanagloria de haber engendrado a una generación de asesinos masivos.