21.9.13

Botar al obispo pedófilo está bien. Botar al cardenal encubridor será incluso mejor


Cipriani es una basura. Ahora dice que no sabía nada del tema del obispo pedófilo. Lean sus declaraciones y notarán lo mismo que notamos todos: defiende al Opus Dei y pide misericordia con el pedófilo pero no menciona ni tangencialmente a las víctimas. ¿Que no sabía nada? Alguien tiene que explicarme quién puede sacar de su puesto a un obispo peruano, por un delito grave, sin que el prelado de la Iglesia Católica se entere. ¿Que por qué se involucra al Opus Dei? Porque el pedófilo ha estado en la órbita del Opus Dei desde su ordenación décadas atrás, y eso es algo conocido por todos quienes son próximos a ese mundo, y porque el presidente del Tribunal Eclesiástico que debió conocer la causa es un miembro del Opus Dei y porque el Moderador de ese mismo tribunal es ni más ni menos que Cipriani, otro miembro del Opus Dei. No, señor Cipriani: de esta usted no deberá salir bien librado. Hay un crimen gravísimo y una intención de encubrimiento y el que debe responder por lo segundo es usted. Salvo que aprovechando su viaje a Roma vaya a renunciar por fax como el crápula de su antiguo jefecito, el asesino.

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1.9.13

Casi 50 mil quechuahablantes asesinados y Beto Ortiz no ve la relación entre discursos racistas y violencia en el Perú

Como era obvio, esta semana en Perú 21 Beto Ortiz ha escrito en defensa del Negro Mama y a favor del racismo público en la televisión. Porque ésa es su posición, si uno la reduce a sus premisas. Pueden confirmarlo por ustedes mismos: su columna está aquí. Dado que añade poco a las pachotadas que escribió en Facebook, se le puede seguir respondiendo como lo hice la semana pasada.

Ahora, aunque no se entiende bien por qué, su piedra de toque es comparar el racismo en el Perú con el racismo en Estados Unidos. En resumen, parece decir que en Estados Unidos la cosa es terrible porque los discursos racistas son censurados en los medios de comunicación pero los crímenes de odio se siguen produciendo en las calles. Coloca como ejemplo el más notorio de todos en los últimos años, el asesinato de Trevyon Martin a manos de George Zimmerman (quien, por cierto, hay que recordar, es hijo de madre peruana: qué criminales estos gringos. Estos gringos peruanos, quiero decir).

Ortiz es un sofista en pañales, obviamente. Parece decir que es preferible una sociedad donde el racismo se destile gota por gota, en los chistes diarios de una masa de racistas como Jorge Benavides, en lugar de que estalle en crímenes violentos como en Estados Unidos. Lo malo es que Ortiz, voluntariamente por maldad, o involuntariamente por estupidez, olvida decir que en el Perú la violencia racista de los últimos treinta años ha tenido explosiones homicidas que hacen ver a los Estados Unidos como un paraíso pacifista.

Cada cierto tiempo, Ortiz elogia el trabajo de la Comisión de la Verdad. El Informe final de la CVR, sin embargo, es el documento que con más eficiencia sirve para dejar el argumento de Ortiz en ridículo. Ese informe, en el acápite 2.2 del tomo 8, sostiene algunas cosas que quiero recordar.

A pesar de que un censo nacional encontró que, en 1993, menos del 20% de los peruanos era hablante de quechua, entre las víctimas del conflicto armado interno el porcentaje de quechuahablantes se acercaba al 80%. Ese porcentaje se repite si se verifica los casos según el agente que cometió el crimen: cerca del 80% de las víctimas de Sendero Luminoso y cerca del 80% de las víctimas de las Fuerzas Armadas fueron quechuahablantes.

En 1984, el año más violento del conflicto, en Ayacucho murieron más de tres mil personas. Más del 95% de esas víctimas eran quechuahablantes, a pesar de que en Ayacucho el porcentaje de quechuahablantes ronda sólo el 60%.

Y si uno ve el perfil de los victimarios, descubre que el porcentaje de quechuahablantes entre ellos es muy reducido. El conflicto implicó, entre sus agentes activos, a grupos hispanoparlantes mayoritariamente, y, entre sus víctimas, a grupos quechuahablantes mayoritariamente.

¿Trevyon Martin le preocupa a Beto Ortiz? Que le preocupen también los cerca de 50 mil quechuahablantes que murieron selectivamente, asesinados porque sus vidas en el Perú son menos valiosas que las vidas de los otros, más dispensables, menos importantes: descartables.

El ejemplo de Ortiz se vuelve despreciable y grotesco. Cháchara de mentiroso que quiere tapar el sol con un dedo. ¿A alguien se le ocurriría decir que los discursos de desprecio a las minorías no tienen nada que ver con la violencia que esas minorías sufren cuando estallan fenómenos como el conflicto que inició Sendero Luminoso en el Perú? Habría que ser idiota o habría que ser demasiado hipócrita. 

Los dejo con dos párrafos de las conclusiones del capítulo citado del Informe final de la CVR:

"2. El conflicto armado reprodujo en gran medida las brechas étnicas y sociales que afectan al conjunto de la sociedad peruana. La concentración de la violencia fue mayor entre la población de los márgenes sociales –indígenas, pobres y rurales- de las diversas regiones que fueron escenario del conflicto. De allí que las tres cuartas partes del total de víctimas reportadas a la CVR hayan sido quechua hablantes de los departamentos más deprimidos del país. Este sector sufrió las mayores consecuencias de la violencia.

"3. En la composición social de los grupos alzados en armas, resulta minoritaria la proporción de quechua hablantes, de acuerdo a la información brindada a la CVR por los subversivos recluidos en las cárceles. Los subversivos generalmente fueron jóvenes mestizos de origen provinciano, con altos niveles educativos y expectativas sociales incumplidas, que vieron frustradas sus expectativas de realización personal debido a la crisis económica del país y el freno de la modernización de la sociedad tradicional".

Así es. Al Informe final de la CVR no basta con rendirle reverencia. No basta con adherirse a él sin saber su contenido, ignorando su contenido, como quien hace un saludo a la badera, como hace Ortiz de vez en cuando. Los abogados del racismo público, como Ortiz, harían bien en darle una mirada al Informe y descubrir que allí ya están escritos, desde hace diez años, los argumentos que desbaratan las idioteces, las mentiras y los sofismas que ellos esgrimen ahora como si fueran buenas razones.

Los discursos racistas de nuestra vida pública y privada matan gente. No matan a uno, no matan a diez, aunque eso ya sería terrible: matan a decenas de miles. Cada vez que se permite que una burla racista pase públicamente como aceptable, se abre un túnel y al final de ese túnel habrá una víctima o habrá muchas víctimas. Si se acepta que hay minorías vituperables, a las que se puede despreciar y degradar sin castigo, se acepta que se puede hacer con ellas cosas más tangibles y dañinas.

En el Perú, hoy, se calcula que hay todavía quince mil desaparecidos del conflicto. La inmensa mayoría, por encima del 85%, son quechuahablantes. Los discursos del racismo peruano los han condenado a hacerse humo, a no ser nadie, a no tener siquiera una tumba. La División de Personas Desaparecidas (la que buscó a Ruth Thalía Sayas cuando estaba muerta y Beto Ortiz miraba para otro lado) no busca a esos quince mil desaparecidos. No existen ni como desaparecidos.

A ellos, muy pocos se acuerdan de defenderlos. Pero si mañana la Chola Jacinta desapareciera de la tele, ya sabemos quién gritaría en su defensa. Es que a cada quien lo mueven sus afectos, sus apetencias, su conciencia. Y para unos el derecho a insultar a las minorías es más preciado y más precioso que el derecho de las minorías a vivir y a vivir sin acosos, sin menosprecios, sin burlas y sin abusos.

La información completa, aquí.

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