30.6.13

"Liberal" cuando me conviene

En el Perú, desde el gobierno de Fujimori, sin que se corrigiera nada sustantivo en el de Toledo y ahondando la herida en el gobierno de Alan García, se ha permitido que el Estado renuncie a su responsabilidad con los escolares y universitarios y que la educación se convierta, básicamente, en un negocio manejado por la versión más selvática y matonesca de la ley de la oferta y la demanda.

Por un lado, universidades adefesieras, fundadas sobre ningún sustento intelectual, sin expectativas éticas ni interés alguno por educar ciudadanos y formar profesionales: universidades que son como kermesses de domingo en las que todo desprevenido cree encontrar su conveniencia pero la mayor parte sólo dejan su dinero y se van sin nada ganado, o se van con un título inútil, que es como irse sonriendo porque se ganó un osito de peluche en la tómbola, aunque en verdad uno no necesita el oso de peluche y no le sobra el dinero para gastarlo en una tómbola.

Por otro lado, colegios que no compiten por educar a nadie sino por llenar sus vacantes lo antes posible, lo más rápidamente posible, a los precios más altos que les sean posibles, y que, sin pensarlo dos veces, aceptan trucos alucinantes como el famoso Plan Lector, que obliga a sus hijos a leer las tonterías que un director corrupto o ignorante y un par de maestros sobornables decidan en colusión con los comerciantes de las editoriales, que les dan cualquier mamarracho para que lo presenten a sus alumnos y a los padres de familia como lecturas imprescindibles, que van a convertir a sus hijos en lectores sagaces por el resto de sus vidas.

Lo más triste es que hay escritores y editores que se reclaman de izquierda y que aceptan gustosos el juego comercial del Plan Lector, que consiste en vender mucho, vender como mercachifles, suplantar la educación con el producto de ese bajo comercio y de paso ganar un poquitín de fama artificial, convirtiéndose ellos mismos en fulgurantes figuras del canon, cuando sus lectores no son otra cosa que niños que no los eligieron y que, de haber estado mejor informados, hubieran elegido cualquier otra cosa.

Se justifican diciendo que ellos trabajan con editoriales nacionales, luchando contra las grandes transnacionales (y eso lo repiten para que sus propios oídos se alegren creyendo que todavía son progresistas, izqueirdistas, rebeldes, antisistema): la verdad es que ni las pequeñas editoriales ni las grandes editoriales transnacionales deberían tener NADA que ver con la decisión de qué cosa leen nuestros chicos en la escuela. NADA. No sé si está claro: NADA.

De pronto, esos escritores y esos editores "de izquierda" descubren que la versión más selvática y matonesca del libre mercado es su elemento: se complacen en ella, lucran con ella, la vuelven parte de su sistema de vida. "¿Cómo? ¿Tú no eras fidelista?", les pregunta uno: "¿Tú no creías que el Estado tiene el deber de guiar la educación del pueblo?", y se hacen los que no escuchan. De pronto, cuando les conviene, parecen descubrir que no hay problema que no pueda solucionar la iniciativa privada y la ley de la oferta y la demanda. En cualquier otro terreno les parecería terrible. Pero en el terreno donde sus bolsillos engordan y sus egos se alimentan (y los cerebros de los chicos se desinflan y pierden la oportunidad de aprender algo de valor), ahí, en ese terreno, ya no ven cuál es el problema.


29.6.13

El Plan Lector y el origen de la estupidez

Es un mercenario de la educación el tipo que dirige la editorial San Marcos (que hace años se enriqueció de la mano de Recreo, Javier Arévalo, Gustavo Rodríguez y su famoso Plan Lector). Distribuye en los colegios peruanos textos racistas donde se dice que los indios y los negros son así porque salieron de las aguas sucias donde se habían bañado antes los blancos.

Le preguntan cuándo va a sacar de circulación el librejo en cuestión y dice (sumando y multiplicando, sin duda alguna) que primero tiene que evaluarlo. Después dice que no va a sacarlo porque el texto se basa en "antiguas leyendas jíbaras" sobre el origen de las razas. Eso me hace pensar en que quizás sea buena idea echarle una mirada a los textos de historia universal de Editorial San Marcos. No sea que estén consignando "antiguas leyendas germánicas" sobre los judíos o "antiguas leyendas españolas" sobre los gitanos o "antiguas leyendas serbias" sobre los croatas.

El Plan Lector, lo digo por enésima vez, es un proyecto surgido de Javier Arévalo, armado por él, promovido por él, aprobado en el congreso por un lobby que él formó, aprovechado por él mismo para lucrar con una ONG hecha ad hoc, que además coloca en los colegios del Perú libros del mismo Arévalo y de su socio Gustavo Rodríguez, como si fueran escritores de algún valor, cuando en verdad son la última rueda del coche de la literatura peruana. El Plan Lector además sirve de sombrilla y padarrabos para todo un ejército de otros pícaros y aprovechados, como los de Editorial San Marcos, socios de Rodríguez y Arévalo en otra colección de libros, que están convirtiendo a nuestra actual generación de escolares en chicos que siguen estando entre los menos lectores del planeta pero que, además, ahora, cuando leen, lo poco que leen, es casi siempre una triste estupidez impuesta por el negociado entre inescrupulosos como los de la Editorial San Marcos (que incluye, oh maravilla, oh milagro, entre sus colecciones, una colección de libros de Recreo) e inescrupulosos en los colegios.

Por supuesto, los colegios también podrían protegerse de esos inescrupulosos. En la Inmaculada, por ejemplo, el encargado de disponer qué se hace con el Plan Lector es un escritor inteligente y valioso, uno de los poetas centrales de las últimas generaciones peruanas, José Carlos Yrigoyen, pero, sobre todo, es un maestro responsable y consciente de la responsabilidad que implica educar a niños y adolescentes, y esto es lo que él ha escrito sobre el tema:

"Soy Coordinador de Comunicación de un colegio de Lima. Y como me niego a idiotizar a mis alumnos, mi Plan Lector no es el de Recreo. Prefiero que mis alumnos lean a Hemingway y a Vallejo que a Gustavo Rodríguez y a Javier Arévalo. Tampoco he incluido libros de San Marcos, porque no acepto que mis alumnos crean que son de piel más oscura que otros porque sus antepasados se bañaron a destiempo en una laguna. Finalmente, he dispuesto que en cada grado del colegio donde trabajo los profesores armen una antología de textos narrativos y de poesía, porque ninguna de las editoriales que conozco se dignan a poner poemas y cuentos completos en los libros de texto para no pagar los respectivos derechos de autor, y me niego a educarlos con fragmentos incoherentes de cuentos y poemas mal escogidos en su mayoría. No creo hacer nada del otro mundo, en realidad: simplemente quiero darles a esos chicos una educación mínimamente decente, sin prejuicios estúpidos y con autores que valgan la pena, no con mercenarios que lo único que desean es lucrar con la ignorancia de los niños y adolescentes de mi país. Eso es todo, nada más".

24.6.13

La izquierda voluntariamente secuestrada por payasos

Yo soy de izquierda y a mí me resulta vergonzoso el apoyo de las izquierdas latinoamericanas a regímenes como los de Correa, Morales, los Kirshner o la pajaritocracia de Maduro. Dicen que no es un apoyo incondicional sino un apoyo estratégico. Bueno, todo apoyo es estratégico pero no toda estrategia es sabia, y, en cambio, no todo apoyo estratégico tiene por qué ser incondicional. Y el apoyo que la izquierda les da a estos payasos es claramente incondicional. Por lo menos yo nunca he visto que la izquierda le ponga condiciones a ese apoyo.

Yo no he visto que la izquierda de la región le diga a Cristina Fernández de Kirshner, ok, la apoyamos pero demuestre por favor que no son verdad las cada vez más numerosas acusaciones de robo ni sus abusos contra la libertad de prensa ni el ensañamiento particular con ciertos medios (incluyendo los medios de una izquierda crítica). No he visto qué condiciones le ha puesto la izquierda latinoamericana a la ornitoglosia feérica de Maduro cuando suscribe los discursos xenofóbicos de Chávez, su antisemitismo de otro siglo, su alianza con dictaduras homicidas como las de Irán y Cuba, su control de la información, su acoso contra la prensa de oposición. No sé qué condiciones le impone a Correa y su inaceptable ataque contra la libertad de prensa en Ecuador. No sé que condiciones le pone la izquierda latinoamericana a Evo Morales, su nauseabunda homofobia y sus ofensas contra la dignidad de la mujer boliviana, empezando por la humillación de sus propias ministras mujeres.

Sí, la alianza de la inmensa mayoría de la izquierda latinoamericana con esos señores es estratégica, como toda alianza, y eso es triste porque está claro que en la estrategia de la izquierda un punto repetido es abandonar la vergüenza, el pudor y los principios básicos que, se supone, deberían definir a una izquierda moderna contemporánea, para consagrar el capricho de dictadores abusivos, como si los ideales de la nueva izquierda tuvieran algo que ver con todas esas chapucerías, todas esas bajezas, toda esa oligofrenia, todo ese abuso y todo ese caudillismo chauvinista. ¿A cambio de qué? ¿Cuál es el resultado de esa estrategia? 

Por un lado, recibir un montón de dinero de ese circo de ventrílocuos chavistas que gobiernan hoy a Venezuela, ése es el plus. Por otro lado, estúpidamente, hacerles creer a dos generaciones enteras de latinoamericanos que para ser de izquierda hay que ser un baboso atrabiliario, hay que perseguir periodistas, hay que robar a manos llenas, hay que ser un vulgar, un grosero y un perpetuo ofensivo, hay que estar colmado de prejuicios contra todos los que son distintos de uno mismo, hay que asociarse con maleantes, hay que tomar partido en favor de genocidas (como hicieron Correa, Chávez y Castro en el caso de todos los genocidas del mundo árabe, a los que han defendido como si se tratara de sus hijos y sus hermanos).

Brillante estrategia de la izquierda: recibir dinero a cambio de perpetuar la imagen de que la izquierda es un huarique regido por el más pendejo, la imagen de que la izquierda no sirve a nadie con más lealtad que a la billetera de sus líderes y sus cuentas en bancos suizos, que ninguna ley le parece demasiado respetable, ningún honor demasiado respetable, ningún opositor demasiado respetable, ningún principio demasiado respetable. Brillante estrategia.

10.6.13

"Espejito, espejito, ¿quién es el más mentiroso de este reino?". "Oh, antes eras tú, pero ahora es tu hija Keiko".

(A) “Juro por Dios que no voy a indultar a Alberto Fujimori. No es mi intención, ni la intención de la familia indultar a Alberto Fujimori, lo ratifico como lo he dicho en varias oportunidades. Critico y condeno los errores que se cometieron durante el gobierno de mi padre". (Keiko Fujimori el 18 de abril del 2011, siendo candidata presidencial).

(B) “Recibimos la denegatoria a la solicitud de indulto con mucha tristeza y una lógica indignación. No podemos concebir que el presidente tenga un trato tan inhumano en el fondo como en la forma. Alberto Fujimori saldrá en libertad. Y no en la tumba, como Ollanta Humala y su señora desean". (Keiko Fujimori el 9 de junio del 2013).

Curioso. Cuando quiere ser presidenta jura "por Dios" que no dará el indulto y además explica por qué: a causa de los "errores" del gobierno de su padre (que es como ella se refiere a los crímenes de lesa humanidad, la multitud de robos y demás delitos del ilustre líder emérito de su mafia). Pero después, cuando el presidente que sí fue elegido niega el indulto, ella se indigna y lo llama "inhumano".

¿Estaba mintiendo cuando dijo (A)? Obvio que sí. ¿Ha olvidado que alguna vez dijo (A)? No lo creo: recuerda perfectamente su mentira pero es demasiado caradura como para que eso la moleste.

Sin embargo: ¿Hubiera sido capaz de cumplir lo ofrecido en (A), dado el caso, incluso a pesar de haberlo ofrecido sin creerlo? No me cabe la menor duda de que, si le hubiera convenido y hubiera estado en su poder, Keiko Rata habría dejado que su padre se pudriera en la cárcel (pero eso es una simple hipótesis).

No olvidemos que ésta es la mujer que, cuando adolescente, se hacía la loca y fingía ser la única persona en el Perú que no se había enterado de que su papá torturaba a su mamá, la encadenaba, la electrocutaba, la llevaba a perder la razón, la mantenía encerrada a llave y candado.

¿Es (B) otra mentira? Veamos: no dudo que Keiko Rata esté triste, porque su papá es su único capital político; ella no tiene nada más. Y porque, digamos verdades, debe de ser bien rochoso tener que llevar a tus hijos todos los domingos a la cárcel a ver al abuelito pintor senil que se cree Dios y dibuja tarjetitas navideñas con mensajes abochornantes y el nivel intelectual de una piedra pómez.

Pero, ¿cómo es posible que quien dijo que, de ser elegida, garantizaba que Alberto Fujimori estaría en prisión, sin ser indultado, al menos hasta el año 2016, diga ahora que no indultarlo (en el 2013) es una muestra de inhumanidad? Ah, ésa es la respuesta más sencilla de todas: para que eso sea posible basta con que la persona que dice (A) y después dice (B) sea una hipócrita que ha sido criada en la mentira y que se ha forjado en el cinismo, el descaro, el engaño, el truco y la jugarreta desde muy chiquita.

7.6.13

Un paso adelante

El presidente Humala rechazó el pedido de indulto de Alberto Fujmori. Era la única decisión que cabía. Lo contrario hubiera sido una burla contra sus miles de víctimas, contra la justicia y contra eso que todavía tenemos adentro los que creemos que la historia puede corregirse, redirigirse y mejorar. Tener a Fujimori en la cárcel nos debe dar una idea básica de orden. Las cárceles están hechas para gente como él; las leyes están hechas para proteger a las naciones de individuos como él. Hoy hemos ganado. Algunos pueden pensar que es duro alegrarse de la carcelería ajena. Tonterías: es un motivo de celebración saber que los mayores criminales de nuestra historia están encerrados (Guzmán, Montesinos, Fujimori). Faltan otros, claro, como Alan García. Ya llegarán. Cada vez que una puerta se cierra detrás de una de estas personas, el país da un paso adelante.

6.6.13

Keiko Fujimori o lo que se hereda no se hurta (salvo que lo que se herede sea el arte de hurtar)

Parece tan simple que hasta da vergüenza no haberlo entendido antes. No es que tantos peruanos voten por Keiko Fujimori simplemente por ser la hija de su padre; aunque tampoco es que voten por ella porque crean que es diferente de su padre. No votan por ella porque piensen que no es corrupta pero --algo es algo--, tampoco votan por ella necesariamente porque crean que sí lo es. En verdad, muchos votan por ella sólo porque es un ejemplo de cómo vivir sin hacer nada.

¿Enredado? La caricatura de Heduardo lo dice de manera más transparente. "Keiko estudió con nuestro dinero". "Keiko vive gratis en la casa de una tía procesada". "Keiko recibe un sueldo de los congresistas fujimoristas". "Bienvenida al club La Plata Llega Sola".

Keiko tiene una ONG cuyo financiamiento no es fiscalizado por nadie porque Keiko no ha inscrito su ONG en la entidad que se encarga de registrar y observar el funcionamiento de ese tipo de organizaciones. Ella dijo primero (cuando comenzaron a destaparle el entuerto) que recibía 7 mil soles de su partido cada mes y que con eso vive, modestamente.

Pero ahora resulta que no es exactamente el partido, sino que cada uno de los congresistas fujimoristas le da un porcentaje de su sueldo mensual, sumando 57 mil soles el 30 de cada mes. ¿Para qué se lo dan? Para que siga administrando la franquicia Fujimori, lo que a su vez les permite a ellos derecho a la franquicia, a llamarse "congresistas fujimoristas". Keiko vive de vender el apellido de papá.

¿Quieren verlo de otra manera? Mirémoslo de este modo: Keiko sabe que quienes postulen al parlamento con ella tienen enormes posibilidades de conseguir un lugar en el Congreso. Entonces les dice: ok, una vez que lo tengas, vas a tener sueldo fijo por cinco años, te lo juro por Dios y por la plata. Y entonces me vas a dar parte de tu sueldo. ¿Estamos? Porque de algo tiene que vivir una, ¿no es cierto? Ah, pues. Y así, la plata llega sola.

Y entonces resulta que Keiko Fujimori no sólo ha vivido de la plata de todos los peruanos cuando recibía su educación en Boston, y su educación Ivy League en New York, y no sólo ha vivido de la plata de todos los peruanos cuando estuvo en el Congreso, sino que ha seguido viviendo de la plata de todos los peruanos incluso cuando, como ahora, no ocupa ningún cargo público, pero el dinero de las cajas del Congreso va a parar donde ella (y además no paga renta porque para eso están las casas mal habidas por las tías perseguidas por la justicia).

Keiko es como una de esas personas que se levantan temprano por la mañana, se agarran un sitio en la cola de un ministerio y luego les venden el sitio a los que llegan después. No tiene un trabajo real, sólo se ha agarrado un eslabón en la cadena. Keiko nos madruga a todos: ésa es su ciencia, así la criaron, así actúa, así es y así será. Lo que se hereda no se hurta, dicen; ¿pero qué pasa cuando lo que se hereda ya fue hurtado o, peor aun, cuando lo que se hereda es el arte de hurtar?

3.6.13

Techo propio

"Ahora presten atención al siguiente slide: también tenemos a la venta estos prácticos condominios valorizados en 4 millones de dólares cada uno, pero si los compran a través de una empresa off-shore, o haciéndose un préstamo a ustedes mismos, o colocando a sus suegras de 120 años de edad como testaferras, o con una platita que les haya caído de una obra municipal y le suman quizá otra platita que les haya llegado sola, se lo podemos dejar al módico precio de 3 millones y medio, y lo mejor es que para cuando la gente se dé cuenta probablemente el delito ya habrá prescrito y ustedes puedan postular de nuevo... Vamos, anímense, compren de una vez, no vayan a terminar viviendo en una casa alquilada de propiedad de una tía que se haya dado a la fuga..."

2.6.13

Miseria

Cada vez que hay una gran desgracia en algún lugar del mundo, no falta un predicador cavernario o un santón local que le eche la culpa de la detrucción a los pecados cometidos por las víctimas. Hubo pastores que culparon a "la viciosa gente de New Orleans" por Katrina, y decrépitos mentales que responsabilizaron del tsunami en Tailandia a la inmoralidad de los tailandeses, justo como en las crónicas virreynales peruanas aparecen curas delirantes gritando que un cataclismo limeño es el castigo del señor porque la ciudad se ha vuelto una Sodoma (cosa que dicen también los personajes de Von Kleist en "El terremoto de Chile"). Culpar de una desgracia a su víctima y decirle que no sólo no es un acontecimiento azaroso y trágico sino que ha ocurrido porque ella ha hecho algo mal, porque ella no ha "dado la talla", es como decirle que se lo merecía y es la manera más efectiva de dejarla sola en el mundo. Hay una mujer cuyo esposo ha sufrido un derrame cerebral que lo ha puesto en estado de coma y hay un sujeto que se dice amigo de esa mujer y que le escribe: "¿Te has preguntado si en este revés no habrá algún mensaje oculto? Si Dios existe, ha de ser él quien está produciendo tremendo cataclismo en tu vida. Pregúntale entonces qué es lo que falla, qué es lo que tienes que cambiar, en qué desafío no has dado la talla". El sujeto, obviamente, es Beto Ortiz, y eso que escribe no lo ha puesto en un email privado enviado a aquella persona de quien dice ser amigo, sino en su columna de Perú 21. La razón más obvia es que nadie le paga por un email privado, mientras que sus columnas son negocio; la razón de fondo tiene más que ver con la definición de miserable.

Mario Vargas Llosa y Alfredo Bullard o en qué se diferencia un liberal de un brontosaurio

Es triste que en América Latina el nombre del liberalismo sea usurpado, en gran medida y repetidas veces, por una manga de brontosaurios cuyo único designio en la vida parece ser preguntarse cuál es la manera más rápida de hacer dinero.
¿Quieren saber la diferencia entre un liberal de verdad, como Mario Vargas Llosa, y un usurpador del nombre, como Alfredo Bullard? Basta con dos ejemplos de esta semana referidos al tema de la educación.

Bullard dice:

"La educación pública limita el espacio del crecimiento de la educación privada, porque finalmente como la educación está subsidiando la oferta en lugar de subsidiar la demanda, que es el que va a demandar y exigir una mejor educación, que es el padre, subsidias la oferta y colocas el colegio público. Por supuesto, es una competencia desleal. Es una competencia desleal".

Aplausos. Según Bullard, la existencia de colegios y universidades estatales es una competencia desleal para los colegios y las universidades privadas. San Marcos es una competencia desleal para Alas Peruanas (deslealtad que empezó medio milenio antes de que Alas Peruanas fuera fundada). El colegio Guadalupe es una competencia desleal para el Markham (porque seguramente si no existiera el Guadalupe, todos esos chicos irían al Markham a pagar decenas de miles de dólares de matrícula y otros cuantos miles cada mes).

No se sorprenda si Bullard dice uno de estos días que la existencia de la Policía Nacional implica una competencia desleal para las empresas de guachimanes.

Pasemos a Vargas Llosa.

En Chile, la derecha cavernaria ha defenestrado de su cargo como director del Centro de Estudios Públicos --una institución de larga historia, promotora de incontables debates sobre temas de cultura, sociedad y educación en el país de sur-- al escritor Arturo Fontaine. Vargas Llosa afirma que el despido de Fontaine es una reacción de la derecha radical (él la llama "la derecha iliberal") contra ciertas ideas de Fontaine acerca de la educación privada en Chile. Vargas Llosa lo explica así:

"(Fontaine) piensa que la Universidad es una institución que no sólo prepara profesionales sino forma ciudadanos y personas y que por lo tanto requiere un régimen especial, y que no debería ser materia de lucro, porque, cuando lo es —cita al respecto abundantes estadísticas de Estados Unidos y de Brasil, dos países donde las universidades privadas con ánimo de lucro son lícitas—, incumple su función y suele preparar profesionales deficientes. No está contra las universidades privadas, ni mucho menos, a condición de que no distribuyan beneficios entre sus accionistas sino que los reinviertan enteramente en la propia institución, como hacen Harvard o Princeton. Pero la crítica que hace Fontaine a la situación universitaria chilena es la siguiente: que, en un país donde las leyes prohíben explícitamente que haya universidades privadas con ánimo de lucro, muchas instituciones hayan encontrado la manera de burlar la ley haciendo pingües negocios en este dominio".

Mientras que Bullard celebra que en el Perú haya cada vez más instituciones educativas privadas (pese a la "competencia desleal" de las públicas) sin preocuparse en lo más mínimo acerca del tema más relevante, es decir, la calidad de la educación, Vargas Llosa, en cambio -liberal de verdad, y persona culta- asume la realidad como punto de partida: en gran parte del planeta la educación pública es central y de notable nivel y probablemente es bueno que la privada, como piensa Fontaine, sólo exista en la medida en que el lucro no se convierta en su objetivo y acabe por pervertir la naturaleza que toda institución educativa debería tener.

Es más, Vargas Llosa cierra su artículo diciendo que, en caso de que la ley chilena fuera cambiada para permitir las universidades con fines de lucro, "estas empresas deberán funcionar como las otras, sin las prerrogativas de que gozan ahora todas las universidades". Es decir: si quieres competir con la educación estatal pero tu objetivo no es elevar el nivel de la educación sino hacer mucho dinero, entonces no tienes por qué ser tratado como se trata a las universidades sin fines de lucro: tienes que ser tratado como se trata a cualquier otro negociante.

¿Vargas Llosa promoviendo la competencia desleal del Estado? No. Es simplemente Vargas Llosa siendo una persona razonable, en contraste con la caverna ultra derechista.

1.6.13

La utopía de Bullard y Ferrero

Nunca hay que dejarse engañar por los fanáticos que creen en el mercado como en un ser todopoderoso y juran que los dictámenes de la ley de la oferta y la demanda son no sólo infalibles sino además siempre benéficos. Pero, sobre todo, no hay que dejarse engañar por ese absurdo cuando tratan de aplicarlo al mundo del arte, la cultura y la educación, y mucho menos cuando se quiere relacionar el éxito comercial de un producto con su calidad.

Piensen en el libro. Me refiero al libro como objeto comercial. ¿Qué cosa hace que un libro sea más caro que otro? Hay, sin exagerar, decenas de respuestas posibles, y lo curioso es que cualquiera con la expectativa de que esas respuestas tengan alguna relación con el contenido del libro se va a llevar un fiasco: un libro en una librería es más caro que otro si es, por ejemplo, más grueso, si tiene más páginas, si tiene pasta dura, si tiene un papel más fino, si está impreso con mayor claridad, si está plastificado, si tiene portada de cuero, si es de un formato mayor, como un coffee table book, por ejemplo, etc.

¿Qué factores no tienen absolutamente nada que ver con el precio del libro? La calidad de su contenido, sus ideas, la información que transmite. Una novela buena cuesta lo mismo que una novela mala, un ejemplar de Harry Potter cuesta lo mismo que uno del Quijote, un libro de Beto Ortiz cuesta igual que un libro de Góngora, una guía de mapas cuesta igual que una Biblia y una Biblia cuesta igual que el Libro de Oro de Condorito. La última novela del último Premio Nobel cuesta igual que mi primera novela y mi primera novela (glup) cuesta igual (o menos) que una agenda con tapa de cuerina, lo cual quiere decir que el contenido es tan radicalmente secundario en lo que al precio del libro respecta, que, para establecer el precio de un libro, ni siquiera es necesario que ese contenido exista.

¿A qué viene todo esto y cómo es que recordarlo sirve para prevenirnos acerca de los males del mercado en el mundo de la cultura? Simple: el mercado no puede de ninguna manera ser por sí solo un elemento regulador positivo en el ámbito de la cultura, y ciertamente en el caso del libro, porque al mercado le interesa que los libros se vendan pero no le interesa qué libros se venden (y a la cultura sí, obvio). Y aquí me voy a permitir mi propia versión de la llamada reductio ad Hitlerum, que a muchos les parece siempre una falacia pero que a mí me parece muchas veces incontestable: si en un país X se venden doscientos mil ejemplares de Mein Kampf o se venden doscientos mil ejemplares de Las mil y una noches, eso, al mercado del país X, le es enteramente indiferente.

Si en el Perú del año 2020, por obra de algún extraño conjuro, la clase A multiplicara su compra de libros por 1000 y las clases C, D y E las redujeran hasta llegar al cero absoluto, la conclusión principal que el Ministerio de Economía obtendría de esa estadística es que el mercado del libro en el Perú se ha expandido y fortalecido, aunque, en la práctica, la enorme mayoría de los peruanos habría entrado en una especie de analfabetismo funcional. De la misma manera, si en el año 2020 todos los peruanos que hoy compran un libro de ciencias al año dejaran de comprar libros de ciencia pero empezaran a comprar diez ejemplares cada año de las memorias de Susy Díaz, el mercado, nuevamente, se habría expandido y estaría mejor que nunca.

¿Qué cosa no estaría mejor? Obviamente, la cultura peruana y la educación de los peruanos, es decir, lo que estaría peor es el Perú, pero el mercado sería absolutamente incapaz de decirnos eso, porque, repito, al mercado le interesa vender pero no le interesa qué es lo que vende, porque es ciego a los cotenidos.

Pero decir que es ciego, simplemente, no explica el problema por completo, porque el contenido de los libros, curiosamente, sí determina otra cosa que al mercado le interesa: el volumen de ventas que un determinado libro puede conseguir. En el mercado "ideal", mientras más best-sellers existan, mejor, porque eso acrecienta el volumen total del comercio, sobre todo si los best-sellers descubren nuevos públicos objetivos, como ocurre, por ejemplo, desde hace poco, con las novelas pornográficas para mujeres adolescentes, el mayor fenómeno del mercado librero mundial en el último par de años.

El mercado, entonces, no es completamente ciego a los contenidos: el mercado sabe, de hecho, que los libros de contenido pobre, los que no obligan a pensar, los que satisfacen una forma básica de morbo o un forma básica de aspiración (los libros de autoayuda) son especialmente vendedores. Si Flaubert vendiera más que Cincuenta sombras de Grey, el mercado fomentaría el descubrimiento de nuevos Flauberts; pero no es así: el mercado sabe que ciertos tipos de libro pésimo venden más que cualquier cosa, y eso es lo que ayuda a formentar.

Y ahí ya estamos en terreno Bullard-Ferrero. El primero dice que demasiada educación es mala para el mercado y el segundo dice que incluso el Estado debería fomentar la creación de productos culturales sólo si reproducen fórmulas comercialmente exitosas. Los bodrios que Ferrero propone serán siempre exitosos entre la gente que Bullard quiere, gente que no haya invertido demasiado tiempo en cosas banales como recibir una buena educación, gente abandonada por la sociedad y el Estado en su formación. Peor aun: gente a la cual la sociedad y el Estado hayan formado para ser devoradores de chatarra.